Friday, September 15, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 14.


XIV. Lo reconozco, soy muy paranoico, aprensivo quizás fuera la palabra más exacta. A quien le diga que lo primero que hago al llegar a un sitio nuevo de vacaciones es, después de buscar la primera hamburguesería o pizzería que se encuentre, es tener los datos y la ubicación del servicio de urgencias bien anotados en la cartera, un papel al lado del teléfono y en un imán en la nevera. Normalmente ya se lo pregunto al encargado de darnos las llaves del apartamento (véase capítulo IV) y, si puedo y me dejan, paso por allí dando un paseo para, por si hay que ir, saber bien el camino. A continuación, el teléfono del servicio de médico de asistencia a domicilio y servicio de urgencias.

Con todo ello no estoy tan tranquilo, no, creo en la ley de Murphy y sé que cuanto haga será poco e inútil. Todo se trastocara en el ultimo y necesario momento y todo saldrá mal para que pueda decir en voz alta: “ya os lo dije”.

No es por mí, entender, a mí que me parta un rayo. Lo que piensa la fámula y mi sonriente familia de tres críos que deben de pensar que estoy medio loco, pero la verdad es que si no tienes la información estas perdido y, si la tienes, también.

Todo empieza normalmente al segundo día. Uno de los niños se empieza a quejar de la tripa y termina vomitando por encima mía al atenderlo. Toda la comida del día anterior mezclada con la cena, no sé cuantos helados y granitos de arena aderezando todo y dándole un colorido especial. Rápidamente saco el botiquín (¡sí! llevo el botiquín a todos los lados, es el del coche pero un poco más grande). En el botiquín no hay nada para eso que está pasando pero tener el botiquín en una mano mientras con la otra, pringosa y llena de vomito,  le coges la mano y lo animas, da…como confianza. La mujer, curada de mil espantos, rápidamente le encasqueta el acuarios a sorbos, le da una pastilla de no sé qué, (si, lo sé, primperan) lo tapa bien con una simple sabana y nos manda a todos a la playa. Sin darme tiempo a replicar ya me dice que es el cambio de agua o que tragò agua de la playa sucia y nada más, que no piense en otras cosas y que me ocupe de los otros críos. Lo malo es que los tres pasaran por lo mismo y, Murphy al canto, en diferentes días.

Al cuarto día esta la picadura, dolorosísima debe de ser, de las medusa o de la que nosotros llamábamos faneca brava, eran otros tiempos y otros lugares, otras aventuras no tan libres. ¡Claro! A la niña que no sabe qué hacer mientras llora y pretende que le arranquemos el pie de su sitio. Con ella en brazos, salgo corriendo a urgencias de la cruz roja de la playa, corro como un loco con el sudor llenando el cuerpo para llegar y tener que guardar cola. Urgencias y cola. ¡Sí! Poco tiempo después una chica muy agradable pregunta que tiene y la atiende pronto, se me hace eterno el tiempo con ella quejándose en mis brazos y sus gruesos lagrimones corriendo por sus mejillas y mis brazos ya doloridos. El corte, el amoniaco,…..en fin, yo no miro, no sea que termine desmayándome como me paso cuando la niña tenía dos añitos y al que tuvieron que atender de verdad fue a mí.

¡Ah, Las colitis de verano!. Es como la leyenda de las serpientes pero, en este caso, real y vivida como nunca. Un día os levantáis y a pelearse por el baño, todos  a una como en Fuenteovejuna. Tu, el pardiño, el ultimo como siempre. Es como una bola de nieve que cuanto más vas al baño, mas necesitas ir  y el tiempo se acorta. ¡Pero es que sois cinco, cinco! ¡Las mujeres y los niños primero! Y tú, que no eres ni mujer ni niño, pues, que se le va hacer, la desgracia en verso. ¿La paella del día anterior que comisteis todos? ¿Las almejitas que estaban bien de precio? ¿Los helados del que paso por la playa a voz en grito?....

Y en esas épocas tan oportunas no hablemos o de la varicela o el sarampión o la rubeola, que de todo hay y ha pasado.  Cada año uno cae con algo de ello, cosas normales, ya lo sé. Las cogerían tanto en casa como en la playa, ya lo sé. ¿Pero todos los años lo mismo en el mismo sitio y en las iguales vacaciones? Un año uno es el sarampión; al año siguiente la niña con la varicela; al otro la rubeola, al otro……

Y llega lo tuyo. Playa y cólico nefrítico son sinónimos de acción y sufrimiento. Una molestia en el lado izquierdo, sin connotaciones políticas ¿Eh? Pasa a dolor inesperado al tiempo que se notas unas problemillas al mear (perdón) y se termina con el parto masculino que termina en urgencias, camilla sudada y con mal olor del anterior que la uso, los tres críos en traje de baño esperando con chanclas y arena, la mujer gritando que me atiendan de una puta vez, que al menos me quiten el dolor mientras las enfermeras le dan un valium, a ella que esta histérica viendo como me retuerzo de dolor,  y atienden, de verdad urgentes, a los heridos del ultimo accidente ¡Qué casualidad! …de trafico… Y encima aguantar al doctor que siempre dicen lo mismo. Vayas a donde vayas, dicen lo mismo, como si estudiaran en la misma escuela o leyeran los mismos libros: “¡Beba más agua como minino dos litros de agua al día!”

Eso sí, después de los dolores, del sufrimiento de película gore cuando te buscan la vena para ponerte la vía, siempre es la enfermera más fea y sádica, cuando te calma el dolor, la tensión se normaliza ¡que paraísos, que felicidad momentánea! En ese momento, porque recuerdas que estas casado que sino…, le ofrecerías matrimonio a la enfermera fea y sádica que, de pronto, ya no es ni tan fea ni tan sádica. Al poco con unas buscapinas en el bolsillo y la cara de felicidad de un tonto regresas al apartamento….

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