Monday, September 11, 2017

Problemas en la playa. Capitulo 12.


XII.- Anatomía en las playas.

Hay algo que todos estaremos de acuerdo y más hoy en día, con las modas actuales, o  eso espero pues es uno de esos comentarios casi generalizados a todas horas en las playas, sobre todo en esos primeros días en que llegamos blanquitos, muy blanquitos, somos la leche de un paquete de cafés oscuros que se mueven y pasean luciendo palmito y color. ¡Sí! Lo habéis adivinado, son las impresionantes lecciones de anatomía de ambos sexos que recorren nuestras costas como si tal cosa ¡y vaya cosas!.... ¡lo que se ve y se presiente!...que raya, en muchas ocasiones, en el mal gusto.

Queda en un segundo lugar, las tremendas lecciones de medicina y geriatría que se sufren y se viven en las playas pero eso, es otra historia, otro capitulo para los anales de este blog inofensivo y olvidado.

La primera es evidente por los ojos desencajados, fuera de sus orbitas, de los jóvenes y no tan jóvenes ante los exiguos bikinis  y grandes top-less que se amontonan en nuestro lado para desgracia de la pobre mujer que con sus cuarenta y tantos se empieza a comparar con las chicas del entorno y no para de traumatizarse una y otra vez, olvidando sus dos o tres embarazos  y demás… La verdad es que hay trajes de baño que miden menos que los billetes con que se pagaron resaltando, además, aquello de trajes que valen de forma proporcionalmente indirecta a su tamaño. Hablando en plata, que cuantos más pequeños son más caros cuestan.

Y hay de todo, como en botica. Desde pechos gordos  y sebáceos que se desparraman como medusas fundidas en las arenas, pechos diminutos casi de niñas núbiles, pechos colgantes por fuerza de la gravedad universal, pechos enhiestos amenazando a todo quinqué con sacarle un ojo de la cara, pechos con pezones que se levantan en un canto de luna sin saber del tiempo que no suele ser generoso, pechos que se erizan al contacto con el agua fría formando una nebulosa de estrellas que brillan de forma atrayente y subjetiva. Con ellos las mil formas de los ombligos (para dentro, para fuera, extendidos, minúsculos….); las piernas algunas tan largas como kilómetros del desierto o un día sin pan, brazos esbeltos y de mármol, colgaduras fofas y vacías marcadas por el carnet de identidad,  etc., etc., un largo etc... Y con ellos los patizambos, los paticortos, los musculados…y esos bikinis que nadie sabe cómo, será magia potagia, no se caen de la caderas de su poseedora en un equilibrio que bordea las leyes de la física.
Y restos de operaciones que se exhiben como  heridas de guerra, casi con orgullo, aunque nosotros, los normales, desviemos la cara ante su presentación en frente nuestro. Cicatrices que hacen que alguna película gore se quede corta.

Y tatuajes de mil tipo y color, en miles de sitios inhóspitos que no sabemos cómo es posible hacérselos ¡ahí! Justamente ahí. Y, como en el chiste de la manzana… ¿Qué no sabéis el chiste de la manzana?...Bueno: “lo peor de comer una manzana no es encontrar un gusano…es encontrar medio gusano”. Pues así. Pasa un/a joven por tu lado y observas medio tatuaje en salva se la parte, la otra mitad se mete de forma alucinante bajo el bikini y tu imaginación va camino de lo que habrá escondido….

No hay más solución posible que estudiarlas como una lección de fisiología animada y en movimiento...algunos,  para ello, se dota de instrumentos de laboratorio secreto como esas gafas reflectantes y negras que dejan ver pero no dejan que te vean la dirección de los ojos. ¡Ja, ja, ja! Son normalmente ya experimentados cuarentones y calvetes, de tripa cervecera,  que no se dan cuenta que si no se ven los ojos si se ve la dirección de sus miradas. Dan pena, dan lastima y, muchas veces, no se dan cuenta de las miradas lastimosas de sus mujeres que están al lado…

¿Para qué ir a clase a estudiar biología? Esta toda y a la vista en nuestras playas. Podemos seguir músculos y huesos. Muchos músculos y muchos huesitos. Mucha foca y mucho palillito de pasar hambre. De todo, como en botica.

La mayoría de las mujeres, las normalitas,  miran con envidia y casi se tapan con sus toallas, sus pareos y sus sombrillas cuando pasan esas jóvenes, o no tan jóvenes, con su naturalidad al aire que, por cierto, no existe y hace un calor que “te cagas”. Eso de los cuarenta y poco a la sombra es un decir, no hay sombra que valga. El gesto un poco hosco al ver al marido como mira y mira y mira muchas veces detrás de unas gafas negras pensando en que no se cómo mira y mira, total, todas tenemos lo mismo y en los mismos sitios…Y pensando en que ella algún día fue así y no esa tripita del último embarazo que ya no se quita, esos pechos caídos y que la parte superior del bikini no es capaz de levantar un mínimo vital. Esa papada que no es suya, no es suya, nunca la tuvo. Esa piel de naranja que la hace tan fea. Esas colgaduras  en los brazos. Esas varices  que, precisamente y con mala leche, están en las zonas más visibles. Ni el gimnasio, al que se apunto veinte veces y fue veinte veces, es capaz de solucionar un poco ya los estragos del tiempo. Y la delgadez no arregla nada tampoco, si vas delgada vas llena de arrugas como una pasa seca y desabrida, hasta con mal humor; si vas gorda pues vas… ¡ayayay!

Y el otro lado del espectáculo son los hombres jóvenes  con esos diminutos bañadores que muestran unas tabletas de chocolate producto de muchas horas de gimnasio y de pasar mucha, pero que mucha hambre. ¿Y porque se ponen esos taparrabos? Porque llamarlos bañadores parece mucho, Casi nos dan ganas, al resto de pobres mortales ante nuestra tripita, de sacar la hoja de parra y taparnos de alguna forma adicional para evitar posibles y negativas comparaciones.

Y están los hombre de barriguita cervecera, que son los peores, luciendo un palmito que no tienen y unos músculos que tampoco tienen salvo ese bíceps derecho, el de levantar la jarra o la litrona con asiduidad. Eso sí, llevan unos diminutos taparrabos, mínimos y ajustaditos, total, ellos no se pueden ver por más que lo intenten…el ridículo si lo hacen que te cagas pero ellos a lo suyo.

Y claro, los niños, benditos críos, señalan y cuchichean. Y se pasean distraídos, como si nada, viendo algo por aquí, otra cosa por allá…cuchicheando entre ellos y ellas, comentando y comentando y aprendiendo más de lo que debieran, o no, quien sabe, en estos tiempos. La primera fase son las “tetas” y las “tetonas” (tanto críos como crías)….le siguen lo de los culos gordos y llamativos ante los tangas malditos…pasan al pito y los guevos ante los bañadores que enseñan más que tapan…

Lecciones de anatomía de la forma más natural imposible en los incomparables parajes de las playas hispanas, en la arena dorada y limpia, con el arrullo del mar océano que nos envuelve como en una perfecta sinfonía polifónica… miramos con envidia a una juventud casi perfecta, anatómicamente hablando, claro, limpia y sana mientras nosotros nos refugiamos en nuestros años, en nuestro sobrepeso ligero, en nuestras arrugas, los achaques de la edad, en acordarnos de que algún día fuimos  así o mejores aun, en que vivimos y el sol calienta por igual a todos…

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