Recuerdo tu sonrisa como una caracola.
La niebla
del pasado oscurece mi cristalino
desvaneciendo
en brumas frías el aliento.
Giros sin
fin en la plaza de las sombras.
Apenas
iluminan las farolas en la noche,
pierden la
batallas contra las palabras.
Aun sigo tu
sombra por los soportales.
Telarañas en
el corazón cobarde, enigmático,
siguiendo
ritmos de Petrarca y sueños.
Sueño con el
baile ligero de tus pelos.
La brisa de
la mañana siempre que juega,
ondeando
brillos, quemando osamentas.
Atisbos de
encaje en el límite de su falda.
Los ojos
vuelan sin cesar por las calles mojadas,
marfileñas
columnas como cimas inalcanzables.
Odio volver
la mirada al pasado
A ese pasado
remoto de las adolescencia
que no se
puede cambiar ni mutar
Que se ríe
de tus esfuerzos por retenerlo
Mientras
olvidas tu nombre...
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