Friday, May 08, 2015

Mara y...¡Qué noche la de aquel día!


¡Qué noche la de aquel día!

Nos quedamos a dormir en casa de mi cuñada después de una visita que se prolongo en plan velada nocturna. Es la más pequeña de la familia y le tenemos un cariño especial. Casada y ya con dos hijos, el mayor de seis años, Achín, futbolero y listo como el hambre, y Gordi, de tres con una de la sonrisas más bonitas que he visto. Mara encantada y feliz, se lo tomo como una aventura nueva, además le encantan los peques y no descarta dedicarse a ello ya de mayor. Veremos.

Tres de la mañana. Escuchamos un llanto, muy bajito, muy quedo, lejano. Nos levantamos a desgana y fuimos a la habitación de los peques. Su madre ya estaba también llegando. Gordi, el pobre llorando en su cama en un gran charco de vómito, miles de pequeñas hilos blancos de espagueti y sus ropas todas manchadas y mojadas. Rápidamente quiso abrazar a su madre pero tal como estaba de sucio era imposible. Nos pusimos manos a la obra los tres, desnudar al niño, limpiarlo y ponerle un pijama nuevo la madre, nosotros, ya que estábamos levantados, pues a quitar los restos de la cama y, meter todo en la lavadora, dar la vuelta al colchón y nuevas sabanas y mantas, es decir, hacer de nuevo la cama. A todo esto Achim, el mayor, durmiendo como un bendito, sin enterarse de nada.

Cuatro y media de la mañana, aun no habíamos conseguir conciliar el sueño. Nuevos llantos, nos temimos lo peor. Achin con la segunda vomitona de la noche. El pobre estaba más que asustado, no sé cómo podría caber tanto en el estomago pequeñito de un niño como él. La cama de nuevo echa un estropicio. Un olor a peste inundando la habitación. El proceso, por segunda vez, a repetirse.

Estamos en la cocina, cinco de la madrugada, cansados y desanimados, la ropa nauseabunda ya en la lavadora, nuestros estómagos ya quejándose con un poco de asco, como queriendo decir que “yo también quiero vomitar”. Mi pobre cuñada medio volada diciéndonos que vaya noche nos estaba dando, que lo sentía, que le daba corte. Todos hemos pasado por alguna de esas; recordé la de veces que los míos vomitaban en el coche y como el olor no se iba en meses.

Gordi estaba medio dormitando en el hombro de su mama totalmente agotado, nos aparece Achim con su pijama manchado. “He vomitado”, nos dice con su vocecita llena de sueño y de miedo. Vamos corriendo a su cama que esta impoluta. Nos dice con su vocecita medio llorosa, que no, que en la cama de papa. Allá vamos. El padre roncando a un lado y en el otro, el lugar de la madre, un charco negro y viscoso. Despertamos al pobre y nueva operación pero….¿qué creéis que mas podría pasar? Pues si todo fue a peor.  Gordi se baja de los brazos de su mama y se dirige resuelto al cubo de basura, lo abre y trata de vomitar dentro del; el padre, ante el olor sale corriendo al cuarto de baño pero no llega a tiempo y todo le cae delante de la taza….Mara se agarra el estomago y se niega a vomitar…

Seis de la mañana, nos acostamos deseando que sea la definitiva, ponemos el despertador para las doce…

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