Mara y un pequeño problema entre las dos.
No creáis que la vida con Mara sea una delicia. Hay
problemas, tenemos problemas. Son esos malditos dieseis años, esas ínfulas de
chica mayor, casi de mujer con capacidad y todo y, de un tiempo a esta parte,
con ciertas mentirijillas. Carácter cambiante, a veces con alegrías casi
explosivas que parece que va a explotar de felicidad como se hunde en
pensamientos y no desea que nadie le diga anda. Problemas, sinónimo de la edad
de la adolescencia y más en esta época tan “modelna”.
Llevaba unos días sin su carnet de identidad. Cuestionada por
mi por si lo había perdido me dijo que no, que lo tenía un amiga suya, Carmen,
que un sábado se lo dio para meterlo en su bolso y se olvido de él, que no la había
visto desde entonces y por eso lo tenia ella, que no me preocupase que me lo
daría tan pronto como la viera, a lo mejor esa misma tarde.
Y como siguió varios días sin carnet de identidad pues le di
la fotocopia que yo llevo encima siempre. Una de sus mejores fotos, con su pelo
largo cubriéndole los hombros, esa mirada entre niña y mujer, un cierto aire
pensativo mientras una media sonrisa, apenas insinuada, asoma a sus labios
rojos.
Bueno, a lo que voy, estábamos merendando en “Madrid
Delicias”. Ella lo de siempre su coca cola y su gran bocadillo de jamón serano
con una rodajas de tomate. Yo mi acostumbrado cafecito con elche y mis miradas
al escaparte de la bollería y pastelería pero…hay que aguantarse y pensar en bajar
lo que cogimos en las pasadas fiestas de navidad. Yo creo sinceramente que solo
con ver esos bollitos y esas pastas y se engorda, de verdad, o el olor dulce…
En fin, le pregunte, como si nada por el carnet. Que ya lo tenía,
que Carmen ya se lo había dado. Le pedí que me lo enseñara. Me respondió,
torciendo un poco el gesto que estaba en casa, en su cuarto. La reñí pues sabe
que debe llevarlo encima y su edad no esta para bromas y le añadí que cuando acabáramos
pues a casa y que me lo dejara ver…se le ensombreció el rostro y mirando al
suelo me dijo que todavía no lo tenía… ¡que no lo tenía! …me quede de piedra y
le pregunte a que venían esas mentirijillas, sino lo tiene s no lo tienes, sino
lo tienes pues a pedirlo y conseguirlo y a
otra cosa, pero le pedí que mentiras a mi no.
Su reacción fue extraña y yo me tuve que ir al servicio.
Al volver ella estaba con la cazadora y marchándose. A mi
pregunta me dijo que se iban que había quedado con una amiga y santas pascuas. Salió
del local y ya, cogiendo rápido mis cosas, abrigo, paraguas y bolso, pues me
puse a su lado. El cabreo fue monumental. Iba por un lado yo con ella, cambia
de dirección y o con ella. Se fue sulfurando y empezando a gritarme porque la
seguía, imperturbable, yo le decía que una madre no sigue a ninguna hija, solo
iba con ella, tal como una buen madre debe hacer.
La tensión conforme avanzábamos iba creciendo en ella.
A un edificio bajo su amiga Loren. Se saludaron le di dos besos, como siempre y
le dije que tenía que perdonar a Mara pues tenía que ir a casa conmigo. Nos
despedimos y en marcha…pero, desgracia tras desgracia:
-¡Eres tonta!, -me espeto de pronto.
-Y tu una mentirosa de cuidado.
-Déjame en paz, te odio. -Siguió diciendo encolerizada.
-No puedo soy tu madre y prepárate al llegar casa, esto no puede
quedar así.
-La doña perfecta. Me contesto mirando fuerte, como
retándome, con odio.
-Y tu una ratita mentirosa de cuidado por lo que se oye.
-Seré una mentirosa pero tú eres una idiota absoluta.
-Malcriada es lo que eres.
-No vales para anda…perseguidora…chulita…
-Pues tú, mírate, huyendo de tu madre, ya es el colmo.
-Más antigua que Matusalén.
-Sí. Mira quién habla, la niña que todavía necesita un chupete.
-Si hay que ser, gilipollas.
-Mira que si hay que dar un par de azotes aun puedo, te lo
aseguro.
-Gilipollas, gilipollas, fumada….
-Y tu una gilipuerca. Recuerda que soy tu madre y aun puedo
decir más cosas y mucho peores, que tu ni conoces.
Entrar en casa, sentarse en el butacón y pedir perdón fue
todo uno. Nos abrazamos y me prometió que lo evitaría. Llamo a Carmen delante
de mí y quedaron en verse y en recuperar su carnet.
Me quedan en la cabeza los insultos que nos soltamos camino
de regreso a casa, una situación extraña para mí y un poco incomprensible que
me trajo a la cabeza alguna escena de los hermanos Marx y sus risas
consecuentes…
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