Mara y la rutina del martes.
Entiendo que Mara, poco a poco, tal como así ha sido,
prefiera ir de compras con sus amigas que conmigo, que se va haciendo más
independiente cada día que pasa, son ya dieciséis añitos y claro, las cosas
cambian. Lo entiendo y lo acepto, es ley de vida. Casi le da vergüenza que la
vean cuando me acompaña a algún recado o a la compra, huye de recados y de
compras. Lo entiendo y me enorgullece que vaya haciéndose independiente de
nosotros.
Lo único que se iba
manteniendo de forma sorprendente y excepcional era la tradición de los martes.
Hubo un tiempo, hace ya la friolera de más de cinco años, que por razones
complejas, yo, los martes por la tarde trabajaba y Mara al llegar a casa se
encontraba sola, mas sola que la una. Coincidió esa temporada con que Ed, mi
bueno de Ed, tenía su día de descanso y Javi tenia actividades extraescolares,
no recuerdo bien si futbol o karate o baloncesto. Empezaron, como no, Mara con
sus doce años, pues , con el buen tiempo, a sacar la bicicleta y darse sus
buenos paseos por la senda del parque del Oeste o con el patinete o a jugar al
baloncesto en la cancha de aquí al lado o los patines de toda la vida.
Más tarde, sobre todo en esos días de mal tiempo de invierno, algún día iban al
cine que está aquí al lado, el Lido de toda la vida, (esos días si que daban
envidia, ya sabéis mi pasión por la pantalla grande; uno mas que ha desaparecido ante el empuje digital y la desgana de los espectadores). Más tarde aun, los años
no pasan en balde, olvidadas la bici y demás, con la temática de la pelis muy
cambiada, de las infantiles a las de miedo o dramas románticos, pues a ver
escaparates y visitar tiendas de moda, de merendar bien en alguna cafetería (que
no falte el bocata de jamon y la coca cola) y de que Mara siempre pescara
alguna cosa, una camiseta, una sudadera, un pantalón, algo que me enseñaba más
tarde con verdadera ilusión. Mara feliz, Ed radiante, yo contenta, Javi celoso,
el bolsillo vacio.
Las cosas han ido cambiando
pero no la tradición del martes. Ed, no sé cómo lo consiguió pero logró
que la empresa le mantuviese esa tarde libre de forma casi perpetua. Yo, por mi
parte, aunque ya estaba/estoy libre de
obligaciones y deberes, quise que esa tarde de padre e hija la mantuviesen y
siempre excusaba el ir con ellos, era su tarde sabiendo que, un día cualquiera,
se rompería e iba avisando suavemente a Ed, que se preparase para la ruptura.
Nunca pensé que aguantarían tanto. Nunca pensó Ed que se acabaria.
El martes pasado.Ed recibió un mensaje en su móvil de Mara a las cinco de la tarde, como en el terrible poema, a las cinco de la tarde/Eran las cinco en punto de la tarde./Un niño trajo la blanca sabana/ a las cinco de la tarde:
“Papi, no me encuentro bien, me voy a acostar que tengo mucho cansancio y sueño, hoy no salimos. No es nada grave, no te preocupes. Nos vemos por la noche”
Me imagino la cara del pobre, la mandíbula caída, el rostro
preocupado, los ojos rojos y a punto de llorar. Me imagino los mil pensamientos
y dudas que le cruzarían por la cabeza. Ir a ver como estaba pero, claro, la
vocecita interior le decía que no, no fuera que se enfadase. Quedarse a
trabajar esa tarde, trabajo había de sobra. Llamar o no llamar, pero se iba a
acostar, mejor llamar mas tarde…Al final se quedo en el trabajo tratando
inútilmente de no pensar en Mara y si estaba mala. Me lo imagino viendo como el
reloj tardaba en dar las cinco, las seis, las seis y media, las siete…
Sobre las ocho de la tarde no pudo más y la llamó. Le asusto
que no el cogiera el móvil, eran ya más de tres horas de siesta. El movil sonó
y sonó de forma repetida, como las campanadas últimas de una condena.
Me llamó casi sin resuello y me pregunto por la niña, que como estaba, si
tenía fiebre, si estaba muy pálida, si la veía mal, si convenía llevarla al
médico…le corte como pude y le dije que sí, que se acostó temprano en el sofá
pero que recibió una llamada de Loren, se arreglo rápido y se fue con ella y
otras chicas a dar una vuelta.
Me imaginé, al otro lado de la line telefónica, como
quedaría de espíritu, desconcertado y sin saber ni que decir ni que pensar.
Rápida le dije que ya lo sabía, que era normal que la niña prefiere salir con
sus amigas, que es ley de vida, que tenía que esperarlo de una semana u otra,
que no le diese más vueltas. “Vente para
casa que haremos una buena ensalada, como la que a ti te gusta, lechuga,
tomate, queso, soja, maíz, bonito…bien aliñada…”
Al otro lado me siguió con su eterna cantinela: “La ensalada, salada; poco vinagre y bien
aceitada”
Al fondo la voz de
Javi, levantando la cabeza de sus cuadernos entre los que esconde algún comic,
como si no lo supiéramos: “Dile que si
quiere me lleva a mí a comprarme alguna cosita, ya que no esta Mara….”
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