Wednesday, January 14, 2015

Mara, una explicación.


Mara, una explicación.

Mara no levanta cabeza. Yo, tampoco.

Entre sus mareos, sus reglas largas de siete días y abundantes, una cierta debilidad que la abruma y la hace dormirse en cualquier lugar, el pelo que le cae a mansalva dejando la ducha atascada con ellos, su blancura como una virgen del renacimiento y sus ojos dilatados y hermosos hacen que no viva ella y yo con ella.

Todo tiene una explicación. Decimos que conocer un problema significa que esta medio resuelto. Pero hay que averiguar primero cual es realmente el problema y de que estamos hablando.

El nuevo medico de Mara, joven y activo, se preocupo por ella desde el primer día así que análisis mil (sangre y orina) inmediatamente de terminar su ultima regla y a esperar resultados (menos mal que la seguridad social del barrio funciona bastante bien), mientras tanto que se alimentase bien y haciendo cinco comidas al día.

Dio lo que tenía que dar, una falta de hierro muy acusada (tiene 22 cuando el mínimo es de 55). Mi susto fue grande pero la cosa podría haber sido peor.

Primer tratamiento pues lo de siempre, la pastilla de hierro con el desayuno y una dispensa de ejercicio físico, para la escuela, por dos semanas. Comer bien, dormir mucho, descansar y nada de nervios o problemas. Difícil pero a por ello.

No fue suficiente. En la tercera semana tuvo una nueva recaída tras hacer gimnasia. Nueva visita al médico que nos atendió de inmediato, sin cita previa, y reforzamiento del tratamiento. Antes le hicieron una prueba de azúcar y el control de la tensión. Dos pastillas al día (mañana y mediodía) y una nueva dispensa de ejercicio esta vez por dos meses y control de peso y sangre cada mes.

No está contenta, se siente excluida del grupo en la escuela, un aparte. Lo entiendo.

Lo que le decimos le entra por un oído y le sale por el otro. Le explicamos que una anemia así puede hacer que se quede calva, que pierda la vista o algún órgano se vea afectado. A ella le duele ver a sus compas correr y saltar y jugar mientras, ella, en el banco los mira y aplaude y anima. Poco más puede hacer. Lo entiendo pero hay que ser duro y fuerte.

La comida es otro suplicio y, cada vez más, odia las lentejas que le ponemos todas las semanas o estas cenas con un poco de sobrealimentación que ella, no nosotros, necesita. Lo sabe porque lo va sufriendo en el día cotidiano, cuando sube agotada una cuesta, el subir la escalera de la casa, el andar un poco de más, el querer bailar al ritmo de una música que se le escapa en el tiempo y energía; además, se queda dormida con una facilidad tremenda y antes de las diez Ed, la coge con cuidado del sofá y la mete en la cama como cuando era un bebito. No se entera.

Estos fines de semana son de la cama al sofá;  comer y sofá y siesta; cenar y dormirse. Dos días plenos de descanso y se le nota.

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