Mara, una
explicación.
Mara no
levanta cabeza. Yo, tampoco.
Entre sus
mareos, sus reglas largas de siete días y abundantes, una cierta debilidad que
la abruma y la hace dormirse en cualquier lugar, el pelo que le cae a mansalva
dejando la ducha atascada con ellos, su blancura como una virgen del
renacimiento y sus ojos dilatados y hermosos hacen que no viva ella y yo con
ella.
Todo tiene
una explicación. Decimos que conocer un problema significa que esta medio
resuelto. Pero hay que averiguar primero cual es realmente el problema y de que
estamos hablando.
El nuevo
medico de Mara, joven y activo, se preocupo por ella desde el primer día así
que análisis mil (sangre y orina) inmediatamente de terminar su ultima regla y
a esperar resultados (menos mal que la seguridad social del barrio funciona
bastante bien), mientras tanto que se alimentase bien y haciendo cinco comidas
al día.
Dio lo que
tenía que dar, una falta de hierro muy acusada (tiene 22 cuando el mínimo es de
55). Mi susto fue grande pero la cosa podría haber sido peor.
Primer
tratamiento pues lo de siempre, la pastilla de hierro con el desayuno y una
dispensa de ejercicio físico, para la escuela, por dos semanas. Comer bien,
dormir mucho, descansar y nada de nervios o problemas. Difícil pero a por ello.
No fue
suficiente. En la tercera semana tuvo una nueva recaída tras hacer gimnasia.
Nueva visita al médico que nos atendió de inmediato, sin cita previa, y
reforzamiento del tratamiento. Antes le hicieron una prueba de azúcar y el
control de la tensión. Dos pastillas al día (mañana y mediodía) y una nueva
dispensa de ejercicio esta vez por dos meses y control de peso y sangre cada
mes.
No está
contenta, se siente excluida del grupo en la escuela, un aparte. Lo entiendo.
Lo que le
decimos le entra por un oído y le sale por el otro. Le explicamos que una
anemia así puede hacer que se quede calva, que pierda la vista o algún órgano
se vea afectado. A ella le duele ver a sus compas correr y saltar y jugar
mientras, ella, en el banco los mira y aplaude y anima. Poco más puede hacer.
Lo entiendo pero hay que ser duro y fuerte.
La comida es
otro suplicio y, cada vez más, odia las lentejas que le ponemos todas las
semanas o estas cenas con un poco de sobrealimentación que ella, no nosotros,
necesita. Lo sabe porque lo va sufriendo en el día cotidiano, cuando sube
agotada una cuesta, el subir la escalera de la casa, el andar un poco de más,
el querer bailar al ritmo de una música que se le escapa en el tiempo y
energía; además, se queda dormida con una facilidad tremenda y antes de las
diez Ed, la coge con cuidado del sofá y la mete en la cama como cuando era un
bebito. No se entera.
Estos fines
de semana son de la cama al sofá; comer
y sofá y siesta; cenar y dormirse. Dos días plenos de descanso y se le nota.
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