Ante el semáforo te fuiste.
Abandonaste mi mano,
alejándote, calle abajo,
entre el gentío que nos rodeaba.
Sin palabras de despedida.
Ni un reproche agridulce,
ni un grito estentóreo,
ni una situación violenta,
ni un brillo de ira en tus ojos.
Soltaste mi mano y te fuiste
entre el humo de los coches,
a lomos de los pitidos de guardias
domando fieras de ruedas,
con el abrigo del silencio
que mas duele, el del corazón.
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