Tocando fondo.
Se ha levantado con una gran tristeza, le pesa hasta el alma
que le duele como si estuviese lacerada por cristales de hielo. No hay nada nuevo
que la provoque pero todo le parece gris, negativo, lleno de pesimismo, como si
no estuviera en su tiempo real, en su mundo, rodeada de su familia. Envuelta en
un aura negra amenazante se ha enfrentado al día. Solo un día más.
Cada palabra que le dirigen en la escalera, incluso el
simple saludo de todos los días de los mismos vecinos de siempre, se vuelve amenazadora, ofensiva y su respuesta, anormalmente lenta, hoy es
brutal, directa, ofensiva. Hace daño porque puede y le dejan por imposible.
El café del desayuno, en el mesón de la costumbre de años y
años, le supo mal lo mismo que las mantecadas y las galletas integrales. Peor
que una bomba en el estomago que le causo acidez y gases. Mas que comió se
obligo a tragar todo como una penitencia impuesta por sabe dios que oscuros
pecados de sangre.
El metro, más sucio de lo normal, la deprimió aun más, le
llenó de muy malos augurios, de olores a putrefacción, a muertos en vida, a
gente asquerosamente sucia. Quizás ayudo el que día estuviese con amenaza de
lluvia, gruesos nubarrones cargados de tormentas avanzaban rápidos por el cielo
que se adivinaba. Codazos a granel recibió y repartió con un gesto hosco y
sañudo.
En el trabajo nunca su centró, durante toda la mañana hablo
mal e insulto a todos sus compañeros; terminó, ya el colmo de los colmos, gritando al pobre ordenanza por un café un
poco amargo, a la secretaria del jefe la llamo gorda y puta; a Alicia, su amiga
de toda la vida y confidente intima,
cuando se intereso por lo que le pasaba, la insultó diciendo que era una
apestosa y marimacho, llego a insinuarle que estaba mal follá y si era así que
cogiera su sueldo y se buscara un buen maromo que le limpiase las cañerías....y
que la dejase en paz “de una puta vez”.
La comida, ella sola como la una, mejor sola que mal acompañada, en el mesón de
la esquina (sopa de fideos, zanco de pollo y manzana roja brillante) le sentó
como una patada en el estomago y termino
vomitando todo en el excusado y menos mal que llego a tiempo. Allí tirada,
abrazando el inodoro con el regusto acido en la boca, con el sudor agrio
recorriéndole el rostro y humedeciendo su melena, se vio de pronto tal como era, tal como estaba
actuando mientras unas aguas dudosas que formaban charcos en el suelo empapaban
su falda. Supo, allí, en aquel inmundo lugar, con el olor apestoso y cutre, que
había tocado fondo, que ya no podía descender más bajo que ya solo quedaba el
esfuerzo de subir, de salir del pozo.
Ahora, ya de noche, delante del teclado, abriéndose un poco
a los nuevos aires se va dando cuenta de las injusticias que ha ido cometiendo
no solo hoy sino en estos últimos días. Las llamadas que no ha realizado, las
palabras bruscas a las personas un tanto débiles, las zancadillas
inconscientes, en el trabajo y, sobre todo, el olvido a sus padres. Y
estaba Alicia, la pobre Alicia, la buena
y comprensiva Alicia, le debía muchas
excusas, de debía mucha ternura y cariño y dudaba de merecer su perdón, no se
lo merecería. Unas lagrimas de desesperación caen bruscas sobre el teclado
rompiéndose en mil joyitas que brillan al ser atravesadas por la luz de la
lámpara… se sorprende de su capacidad de llorar, de que las lagrimas afloren
por fin, a sus ojos. Se toca, se conmueve el ver su dedo de pronto humedecido,
se sorprende de que esa capacidad de llorar no al hubiese abandonado.
Tan pronto como acabe de escribir les llamara y prometerá
ser más humana, más comprensiva, más tolerante.
“Lo más difícil será pedir perdón a mis ex amigos y
compañeros, veremos. Tengo que llamar, tengo que llamarles, veremos en el nuevo
día”-pensó con una cierta amargura mientras se enfundaba en su camisón y se
metía en la cama, sola como siempre desde
hacía ya tres años cuando el maldito cáncer se llevo a su novio
dejándole en los brazos solo su cuerpo lánguido y frio después de la ducha
semanal.
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