El padre de
Mara va al dentista.
Le tiene
algo más que pánico, es una fobia total ilógica y absurda, a los dentistas.
Huye de ellos y todo lo que represente como alma que lleva el diablo. Para
decirlo de forma grafica solo hablar de dientes delante de él es verlo empezar
a sudar, temblarle la mandíbula y salir corriendo rumbo a no escucha el resto
de la conversación.
Malos
recuerdos de cuando, de niño, la extracción de un par de muelas por un
carnicero sádico y brutal en la seguridad social. Le quedaron en el
subconsciente aquel olor tan peculiar, las herramientas de dolor, el sillón de
las torturas y recordar como quisieron sacarle a la fuerza una muela y le
dejaron cien trozos todo dentro que, más
tarde, se infectaron y un tratamiento brutal y nuevas extracciones.
De ahí su
fobia, no lo olvida, no quiere recordarlo. No quiere oír hablar de ello. No
soporta ninguna referencia a odontólogos, ortodoncias, caries, implantes, etc.…
Pero
amaneció, después de unos días con pequeños problemas en la boca, con un muela
astillada, más que astillada le faltaba un trozo y el nervio al aire. Sin
dejarlo pensar rápidamente, después de vérsela,llame a la consulta de urgencias
odontológicas y esa misma tarde al dentista. El con el alma en un grito y una
aspirina par el dolor y sin haber podido comer.
Me daba
pena, me cogió de la mano como una vaca al matadero. Temblaba, sudaba y ligeros
escalofríos le acometían de vez en cuando. La recepcionista lo vio y se
compadeció, lo hizo sentarse y, cosa rara, en diez minutos el estaba sentado en
el sillón odioso, agarrado rígidamente a los brazos del mismo, los ojos
cerrados y la boca abierta en un grito de socorro que no llegaba a salir de su
garganta, no por ganas.
El doctor,
maduro, pelo blanco y muy educado, torció el gesto y le pregunto su edad. El no
contestó. Yo le dije que 46 años. Volvió a torcer el gesto y, extrañado, le
mando una radiografía general de la boca.
Ed, no se movió. Tuve que acercarme a él y cogiéndolo de la mano hacerlo
levantarse de aquel asiento diciéndole que aun no había terminado pero que la
cosa iba y que se estaba comportando muy bien.
Lo lleve a
la sala de rayos. Tuve que quedarme con el mientras se la hacían!!!!, de la
mano, como al niño pequeño en que se había convertido.
Con la radio
en la mano otra vez al doctor que la puso en su pantalla especial. Ed, se
espaldas a todo, ausente, ido; me daba pena y me reía de sus temores al mismo
tiempo.
El doctor me
explico y me enseño que, algo muy raro, los dos premolares eran de leche, los
originales. Era algo raro, no extraordinario o imposible pero el que no se lo
detectaran antes y esos mismos eran una anomalía curiosa cuanto menos. Se veía
perfectamente en la radio. Los dientes arriba, sin llegar al hueso de la
mandíbula como los otros y un agujero, vacio, entre las muelas y el maxilar.
Cuando me
volví medio riendo Ed estaba a nuestra altura con los ojos desmesuradamente
abiertos. La pregunta era fácil, la respuesta mas difícil. Ortodoncia o sacarlo
e implantes. Conociéndolo pues lo más rápido y fácil: ortodoncia inmediata.
No le deje
pensar o buscar tiempo. Allí mismo le hicieron la ortodoncia, un suplicio para el médico y al enfermera y para
mi, allí sentada dándole la mano mientras el no sentía nada y le sacaban el
nervio.
Paso el
apuro, todo bien, el sorprendido de que no le doliera nada y sabe que dentro de
quince días pues recrear la muela.
Un hombretón
de 46 años con dientes de leche, lo que se va a reír Mara cuando lo sepa.
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