Saturday, August 23, 2014

¡Ya es el colmo! Estoy harta...


¡Ya es el colmo! Estoy harta y me estoy hartando poco a poco más, a punto ya de explotar.

Lo primero fue la perdida extraña, como pocas, de la perdida de la tarjeta del móvil. Excusas vagas de la escuela, los amigos, nos qué y, zas, perdida de la tarjeta. Ya fui con ella a Vodafone y no se la pudieran hacer, la copia SIM por tener el terminal mal y se les bloqueaba con lo que nos emplazaron para unos días más tarde. Eso fue el sábado y, a partir de ahí, cabreo tras cabreo, enfado tras enfado. No habla de otra cosa, de su tarjeta, que esta sin tarjeta, que no tiene móvil, que no puede llamar, que no puede recibir llamadas, que si patatín, que si patatán. Todo un fin de semana así de negro y complicado, al tiempo. Todos los problemas del mundo en una tarjeta de móvil perdida por ella misma.

Claro, por la semana, esta pasada semana, primero son, por ese orden, merienda y trabajos de casa. No le queda tiempo y cuando queda libre pues ya no es hora de ir al comercio. Fue pasando el lunes y la martes cuando, no sé cómo ni el porqué aunque barrunto que fue a posta, a propósito, hecho a conciencia, el teléfono le dejo de funcionar. Por más que intentamos nada, está muerto. La batería también la probamos en otro y si va bien. Es el móvil. Kaput, muerto, roto como las barbies a las que, de pequeña, desnudaba, les quitaba las cabezas y los brazos y hacia un cajón con los restos de ellas.

Nuevo problema vital y de angustia. Ya no solo la tarjeta sino el móvil mismo y ya, a pelear con ella para hacer los deberes en vez de que se dedicase a mirar nuevos aparatos que, como es usual, los más caros, los más modernos, con la excusa en sus labios del siempre: “no voy a bajar de nivel, claro, sería una vergüenza”.

Así de tragedia fueron el miércoles, el jueves y, ¡Dios Santo!, el viernes. Un suplicio de semana con mi  niña, poseída por los demonios del consumismo, de  la apariencia, del querer y no poder, del ahora mismo, del “ya”. Nos hizo, a todos, la vida imposible.

Este sábado fuimos, aun estaban las tiendas cerradas a ver móviles y buscar su tarjeta. No hubo problema y, muy atenta y amble la chica, nos la dio y le aconsejo a la niña sobre el nuevo móvil pero, con sus puntos, todos pasaban del precio adecuado. Con cada precio y mi negativa más de morros, y el ceño se le hacía más grande.

De una a otra y terminamos en la mía, Movistar, con mis puntos. Resultado: me quede sin puntos, tuve que pagar 59 euros adicionales y firmar un compromiso de estar en esa compañías 12 meses como mínimo. Mara con su móvil y su tarjeta, yo con los compromisos.

Mara anda feliz descubriendo los nuevos programas del nuevo teléfono, paz al fin en la casa, yo cabreada, y como  siempre, al final, acabo perdiendo...

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