Cuando,
¡sorpresa! llegaron los dos contentos, juntos y felices entrando del brazo en
la casa, rápidamente vinieron a mi cabeza tres cosas: la primera que no era la hora
adecuada para que legaran de la casa en un día laborable; lo segundo era la
peste que echaban, como de mil perfumes mal mezclado que me recordó al corto
aquel de Mr. Bean en el que pasa por la sección de perfumería de unos grandes
almacenes, arrastrándose por el suelo, claro; lo tercero, los rostro felices y
satisfechos de Mara y su padre, mi Ed.
Mara
corriendo se llego junto a mí y me endoso un gran beso en mi mejilla, largo y
húmedo. Mi mente, con él y la sorpresa de esa afusión sin venir a cuento, decía “Malo, malo, malo”.
Ed se tiro materialmente
en el sofá sin sacarse la americana. Mi mente me seguía diciendo “Malo, malo, malo”...
Les pregunte
entonces que eras eso de los dos juntitos de regreso a esas horas, tan tarde,
tan juntitos, tan de complot.
Mara empezó
a contarme que llego a casa y que ya estaba su padre, y como ella no tenia
deberes que hacer pues fueron a pasear y ver/oler perfumes (Mi mente, al oírla,
me seguía diciendo malo, malo, malo y
por ahí venia ese olor). Probaron y probaron y encontraron uno muy juvenil para
ella pues ya era una chica y los infantiles pues...que no le iban. Y su padre
le compro, en esto sacó de la bolsa del corte, un frasco de perfume de Lacoste
Pink.
Me dirigí a
Ed en particular y le pregunte con la mirada qué era eso, como sin mí y porque
en ese momento.
Ed, con cierta
satisfacción empezó a explicarme que llego muy temprano, que llego ya Mara sin
deberes y, aburridos, pues como Mara necesitaba una colonia. Mara interrumpió aquí
y comenzó a explicar que yo tenía que olerla era delicioso, joven, fresca, lo
ideal para una chica de trece años como ella. Que yo estaría contenta pero que
era para ella y solo para ella.
Yo miraba a
Ed como sonreirá contento escuchándola y viéndola feliz, yo lo miraba esperando
que l acabase la historia. Así que no le quedo más remedio que terminar a pesar
de Mara. (Mi mente decía no es malo, no es malo, escucha que será peor).
Ed volvió a
retomar el tema ante mi gesto, pues bueno, que Mara le comento la falta de
colonia, que no le quedaba, que ya la había acabado, y para que esperar y molestarme (a buenas
horas me dan gusto y descanso....malo, malo, malo) y se fueron comprarle una
colonia a la niña, algo juvenil pues ya no es una niña, nada de Barbie, Bratz o
cosas así. Fueron al Corte donde visitaron todos los stand y olieron todas
hasta que encontraron esta lo ideal, lo perfecto, un poco cara para lo que es,
pero en fin...a la niña le encantó y se la compre.
Mi mente me
seguía diciendo que de malo nada, lo
peor, de lo peor.
No dije
nada, sonreí a los dos en comandita, me fui al cuarto de Mara y volví en un par
de minutos. Los dos seguían en el salón, Mara abrazada a su santo padre. Me dirigí
a Ed y le enseñe el frasco de la colonia que Mara usa, el Don Algodón clásico,
perfecto para ella. ED sonrió ampliamente al ver el frasco y asintió con la
cabeza como diciéndome que ya ves...
Saque el
otro frasco, idéntico al primero y se lo enseñe, totalmente lleno. La sonrisa
en su boca se corto en un microsegundo. Mara empezó a huir hacia su cuarto
disimuladamente.
Le dije, ya
con mi mejor sonrisa, que ya veía, pero que estaba bien la compra, sobre todo
la intención y la confabulación entre los dos, que no me importaba, que no
importaba al contrario, me alegraba ese
tarde que pasaron juntos pero, dirigiéndome a Mara, las mentiras se pagan hija,
no se puede engañar....Me dejo con la palabra en la boca y diciéndole a Ed que
era el mejor padre del mundo se fue al servicio con el frasco de colonia
presumiendo.
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