Un café con leche (IV).
Lo logró.
La próstata le respetaba, según su urólogo de toda la vida.
La piedra del riñón, después de la litotricia, eliminada y
expulsada.
La ex mujer le daba el divorcio en buenas condiciones
después de una relación extra conyugal que él tenía bien documentada, fotos
incluidas.
¿Qué más quería?
Era libre, libre. Por primera vez en muchos años era libre y
feliz. Se sentía feliz.
La casa toda para el, su casa llena de esas pequeñas cosas
que le satisfacían y le demostraban el éxito de su vida y de su trabajo.
Su trabajo viento en popa, su socio arruinado. La causa, él
y sus buenos o turbios manejos, según se viese.
La verdad es que se contentaba con poco. De la casa al
trabajo, del trabajo al gimnasio, del gimnasio a
casa, a veces bien acompañado. Comida en el
restaurante, el menú del día. La cena algo ligero que el mismo se preparaba.
Por la noche, cuando estaba sin compañía, una buena película de cine clásico,
un buen vino Pedro Ximénez y, al lado, un buen libro o no tan bueno. Las recomendaciones
a veces se equivocaban también.
La niña con la mujer, mejor así, menos problemas;
la echaría de menos, era encantadora pero un
incordio. Mejor así.
Era un triunfador a sus 55 años, casi en la cúspide.
Entro en la cafetería, se sentó en el asiento de la barra y
pidió un café con leche, corto de café y la leche templada. Dio una vuelta entorno
en el asiento, como un niño pequeño.
El café estaba cremoso y humeaba ligeramente, el olor se
metió por su nariz. Lo olio plácidamente, mejor que tomarlo era olerlo, aspirar
esa ternura de monte y humedad y calor que impregnaba las semillas. Era lo
mejor tras joder bien jodida a la puta de su mujer.
Lo sorbió lentamente. Alguien encendió la televisión. Un
locutor hablaba de algo así como almendras amargas, veneno, comercio justo,
venganza…
Cayo al suelo mirando como otros caían con el, un dolor
agudo le taladro el cerebro y otro sordo se le instalo en la boca del estomago…
“No puede ser, soy un triunfador, no me puede pasar a mi…”
fueron sus últimos pensamientos mientras se derrumbaba como una marioneta a la
que han cortado los hilos.
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