A Prometeo le recriminaron, cuando hizo al hombre, que escondiera el corazón dentro del cuerpo. El corazón, según los críticos, debía estar fuera para ver la verdad del ser humano. Pero es lo mismo, la critica al trabajo ya realizado es fácil y al alcance de todos. Criticar una posición, un color, un estilo o un diseño lo hacemos, desde la humilde ama de casa al jubilado de visita diaria a las obras de la ciudad pero, si algo se cae, es el ingeniero que no la calculó bien, es el político con sus ideas de ahorro, es el muerto que tomo las decisiones equivocadas.
¿El muerto? ¡Si! Al que se le entierra y se le cubre con tierra, ese lleva las culpas de todos los males existentes.
Los vivos y maleantes nunca nos equivocamos, siempre son los demás y, con nuestro aire de arrogancia, nos permitimos en nuestros pequeños fracasos, aconsejar y asesorar a los demás.
Decía una frase lapidaria de mi idolatrado Groucho: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”.
Y yo añado que se buscan problemas donde no los hay.
O ese copion de Woody Allen, otro genio de las palabras y los conceptos: “La vocación del político de carrera es hacer de cada solución un problema”.
Lo remató Winston Churchill con: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene; y de explicar después por qué fue que no ocurrió lo que el predijo”.
Pero en el mundo que existía con los dioses, Prometeo hizo al hombre y le dio el fuego robado a los dioses Atenea y Hefesto, y, con el fuego, la inteligencia y las mañas para sobrevivir en un mundo hostil y extraño, que no entendía. Fuego como origen de la técnica, de las artes, de la sabiduría. Con este fuego y el pudor y la justicia (según Zeus) los hombres construyeron ciudades y pudieron vivir con cierta armonía entre ellos.
Ese fuego es símbolo de que el hombre es el animal que resuelve problemas, con ello fue el único animal que adoro a los dioses que le crearon, hizo sacrificios e, incluso, se enfrento a sus miedos.
Prometeo fue condenado por el robo, solo lo salvo Hércules al matar al águila que, todos los días, devoraba su hígado que, cruelmente, se regeneraba en la noche. Quedó liberado del castigo, pero no de la esclavitud pues a partir de ese día portaba la argolla que lo había sujetado a la montaña.
Se suele ponderar una similitud entre el mito de Prometeo (hacedor de los hombre de barro y agua) y su sacrificio, con el de Jesús de Nazaret. Asimismo la aparición de la mujer como portadora de las desdichas, Eva, trasunto de Pandora (que significa: todo regalo).
Prometeo, el Titán mártir que se enfrenta al Zeus ciego y vengativo por el amor al hombre, su creación, el resultado de su pasión creadora, su arte.
Y con Prometeo esta el dolor diario atado al monte y al águila que le devora día tras día. Pero, peor que el dolor, es el conocimiento de un dolor que no va a cesar nunca. Cada noche se hace eterna en la espera de un nuevo tormento.
Pero no hay que olvidar que el destino de Prometeo es morir, es el pago por el fuego que ilumina a los hombres. Con los dos polos de inteligencia: técnica y astucia. Los que poseemos actualmente, nos han permitido sobrevivir y alcanzar, si se quiere, las estrellas y más allá….
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