Me conmueven
tus insultos...
solos somos
tu y yo, nada más,
cuatro
paredes vacías, una puerta abierta,
una ventana
recóndita y avinagrada.
El espejo
refleja tu rostro crispado
(¿No dije
que hay un espejo?...tonto de mi)
lanzando
denuestos e imprecaciones.
Tu sombra
amenaza con devorarme
avanzando
sobre el suelo gris...
Vistes, como
no, de rojo intenso y cruel
(El rojo es
para matar o pecar.)
(Señora de
rojo sobre fondo gris)
lanzas tus
manos ansiosas por el aire
señalando
diapasones y órganos,
rasgando
espacios, arañando espectros,
dirigiendo
vientos y tormentas.
Me conmueve
tu violencia desatada
(Habrá que arrinconarla
en la cama vacía)
como la de
un niño que juega a ser guerrero
o la del
marinero a la tormenta que lo hundirá
o a la de la
madre que pelea por su bebe
con la
mismísima sombra de la muerte.
El espejo
presiente tu furia y se rompe.
Y tu rabia
se multiplica por mil soles,
tu violencia
se verá mil veces traspasada
mientras los
cristales se clavan en mis pies,
desarmado e
inerte me desagarran la piel
y me vacio,
lento y triste, en el desagüe del baño
(¿no dije
que hay un baño?...tonto de mi)
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