Cuando la
oportunidad llama a la puerta, tienes los auriculares puestos.
Así se
pierden oportunidades a lo largo del día, de la semana, del mes, de los años,
de la vida. Absortos en inutilidades y vaguedades pasamos sin enterarnos de las
cosas importantes que transcurren y que podrían condicionar nuestro futuro en
otro más halagüeño para nosotros y la gente que nos rodea.
Nos
encerramos en nosotros y nuestros egoísmos (auriculares) como el avestruz ante
el peligro mete la cabeza en el primer hoyo que encuentra. Esa oportunidad la
perdemos cuando no la vemos pasar a nuestro lado, o la llamada de ese amigo con
su buena proposición de trabajo, o el timbre de la puerta con el vecino
pidiendo ayuda o ofreciéndola o el aviso de fuego en al casa y nos quedaremos encerrados
entre humo y llamas, o el claxon del vehículo (ha pasada tantas veces) al
cruzar nosotros por el paso no habilitado.
Cuando la
oportunidad llama, tienes los auriculares puestos.
Y te quedas
con la mujer/hombre desabrido y áspero al gusto porque no supiste oír la
llamada del hombre/mujer que estaba destinado a ser tu media naranja. Y te
quedas con el empleo rutinario, con el jefe déspota y titano que descarga en ti
todas sus frustraciones (el también, en su momento tenia puestos los
auriculares) porque no oíste ese teléfono sonando para la entrevista de trabajo
adecuada. Y te quedas con la pierna escayolada en casa, bien encerrado, sin
poder salir con los amigos en ese verano mágico, porque no oíste el aviso de la
zanja traidora en la calle. Y te quedas volada y avergonzada, cuando llegas a
casa y te das cuenta que los gestos de la chica del metro intentaban avisarte
de que te había bajado la regla y….
Cuando la
oportunidad llama, tienes los auriculares puestos.
Y vamos
perdiendo posibilidades y, más que eso en sí mismo, perdemos un abanico de
posibilidades, nos auto restringimos nuestras capacidades de elección y optamos
por lo que nos queda, ya sin auriculares, desesperados porque nadie llama,
porque nadie nos hace caso, porque nadie nos avisa, porque…..hay mucho porqués
en nuestra vida y pocas respuestas que buscamos.
Y con esa
perdida, se restringe el mundo, se hace más pequeño. Nos ahogamos en él y nos
escondemos cada vez más dentro de unos putos auriculares, escuchando tambores
de selva o simplemente el ritmo sonoro que nos lleva al útero de nuestra madre,
en ese en el que estuvimos muy bien durante nueve meses…pero sin auriculares.
O en la
velocidad de nuestro coche, encerrados, protegidos por una armadura del resto
del ambiente que vemos como agresivo y enemigo; es otra forma de auriculares,
la velocidad extrema, el recinto cerrado, solos contra todos, aislados y
protegidos. Es otra forma del útero materno, fijación freudiana o sola, al fin
y al cabo, cobardía.
Cuando la
oportunidad llama, tienes los auriculares puestos.
Llora el recién
nacido y no lo oímos…
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