Bajo la
niebla…
En otoño,
por la mañana temprano, la bruma de la ría invade los capos y la ciudad, la
envuelve en un abrazo de oso con un olor peculiar, olor que recuerda a las
algas, al pescado fresco, a la madera calafateada de los botes de pesca…te levantas,
te vistes y al abrir la puerta es como si entraras en otro mundo, un universo
lleno de dudas, de formas difuminadas, de preguntas que solo se contestan con
un avanzar casi de ciego.
Me gusta mi
ciudad bajo la niebla de otoño. Me traen recuerdos de los libros de Lovecraft
o, ya pensando en algo más modernos y brutal, del amigo Stephen King de sus
buenos tiempos, cuando sus novelas eran como un tajo a nuestras seguridades y
un mono con sonajas nos podía fastidiar una buena noche o ese piloto nocturno…
Bien
abrigado avanzas por entre calles y bultos que se mueven como espectros, huyen
de tu calor o de tu odio. Todo está cerrado y en silencio, no es una ausencia
de ruido sino que este es como si estuviese contenido bajo paneles de cristal,
silencio de respiraciones entrecortadas y de palabras al oído...
Los coches
con sus luces encendidas asemejan unos modernos ciclopes rumbo a Dios sabe
dónde o cuando…
La cartera
te pesa.
La humedad
se te mete por cada resquicio de la ropa, te va humedeciendo. No hay que decir
lo del pelo ya encrespado y mojado, esas gotas que se acumulan sobre las cejas
y, bien formadas, corren por las mejillas como si llorases por la humanidad en
pleno. Tiemblas de frio húmedo y viscoso lo que te lleva a pensar en serpientes
y cosas peores que no puedes ver. La bruma te va robando el calor que tienes y
con el la seguridad.
Es curioso,
piensas, en este estado no hay sombras, es como si nos las hubiesen robado o
estas huyeran de súbito presintiendo algo terrible o perverso.
Te guías por
los pequeños soles, casi sin luz, de las farolas de la gran vía. Avanzas como
aquella vieja insomne, la de la alcuza buscando vida y palabras y amor…
Notas que el
sol lucha por hacerse presente pero todo lo que consigue es una huella pálida
en lo alto…como si fuera un sol pálido, al que le quietaran la sangre un
vampiro estelar gigantesco…
Algunas
sombras fantasmagóricas se cruzan contigo; algo deben de ver en ti que se
apartan para no rozarse, nadie se acerca a nadie. No te pasa nadie pues
normalmente tú vas más rápido que la gente del barrio. Te queda poco para el
insti, ya está a punto de llegar, cinco minutos y estarás a salvo…
En tus
pensamientos no te das cuenta de la sombra que te alcanza por la izquierda,
como se adecúa a tu velocidad y a tu paso, como se pone a una distancia que podríamos decir que no
muy correcta. Tu en tus nubes de rimas y miedos, de libros y de fantasías. Casi
te roza, ya a tu altura lanza su mano a tu entrepiernas, estruja tu sexo, lo manosea
como buscando un hueco, una raja; es un segundo o menos pero no por ellos dejas
de reaccionar con el inicio de un empalme; el desconocido lo nota, lo soba como
con sorpresa, se le escapa un “Uffff” audible y rápido lo suelta y sale
corriendo diciéndote: “Lo siento, creí que eras una chica”…
No sabes si
salir corriendo y darle una buena tunda (por lo de tocarte o lo de confundirte
con una chica) o meterte detrás de unos
setos y hacerte una paja…no sabes, no reaccionas y terminas riéndote de la
bruma, de los fantasmas, de los monstruos de Lovecraft y de todo…”el hombre es
el mayor monstruo para el hombre”…
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