ANECDOTA EN
EL PARQUE DE ATRACCIONES.
(Ahora que empieza el buen tiempo es uno de los mejores lugares de Madrid para pasar el día, con niños mejor que mejor. Son la sal de la vida, maravillosos crios)
Según
entráis en el parque de atracciones de Madrid, a la derecha, está la mejor
atracción de agua en plan familiar: los rápidos. Segura, relativamente
tranquila, con agua para refrescarse un poco en los días de calor y,
normalmente, no hay mucha cola.
Allí nos
encaminamos en una tarde que, pensando que habría poca gente, nos fuimos al parqué,
¡cómo no! Y, ¡cómo no!, abarrotado. Empezamos por esa atracción, los críos con
prisas como siempre y como siempre, no hay mucha cola, unos diez minutos de espera y a montar. Nos toco con
otra familia, extranjera por el acento, con dos niños, el menor no tendría más
allá de los cuatro añitos.
Arrancamos y
por efecto de peso (los padres, ya se sabe, la barriguita cervecera…) el agua
hacia nosotros empapándonos el pantalón. Mara feliz riendo y mojándose, que es
lo que quiere. La barcaza dando giros y giros y en cada giro el agua
inundándola y mojándonos el trasero y, a veces, algo más.
El peque,
enfrente mío, se dirige a su padre con una voz un tanto histérica y le empieza
a decir que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que él se ha
duchado esa mañana. El padre se ríe, yo sonrió ante la inocencia del crio que
se clama hasta el siguiente arreon y una olita se rompe de su lado y casi, digo
casi, le moja las piernas. Medio se levanta asustado y un poco histérico y,
dado que el padre poco caso le ha hecho, va a la madre y le dice lo mismo “que
que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que él se ha duchado esa
mañana”.
La madre se ríe,
yo sonrió, y le hace sentar en su sitio,
cosa que hace de mala gana un tanto asustado y mirando a todos lados.
La barca
gira y gira y las olas nos van llenando de agua, un agua bastante sucia, por
cierto, un poco caldosa y de color verde.
El crio ya
no sabe que hacer, hasta ese momento impoluto y se dirige directamente al agua,
empieza a gritarla al agua por la que viajamos: “que a él no, que a él, el agua
no, que él está limpio, que él se ha duchado esa mañana” al tiempo que con
gestos de la mano con la que no se agarra, le señala que el no, el no, el que
no.
Y claro, si
no quieres, cuatro tazas, mientras sigue diciendo “que él está limpio,” justo ahí
como una premonición o una venganza, una ola rompe brutal contra su lado se eleva
por arte de magia, se mantiene unos segundo en el aire como buscando a la
víctima propiciatoria y le cae a plomo desde arriba dejándolo hecho unos
zorros.
Todos nos
reímos y lo animamos pero el, ya muy bajito, “que a él no, que a él, el agua
no, que él está limpio, que se ha duchado esa mañana”. Todo se va conjurando
contra sus deseos y el surtidor impulsado por un viento maligno le vuelve a caer
de su lado mientras musita como un mantra su deseo que a él no, al él no, que él
ya se ducho por la mañana y una cortina de agua se vuelve a cernir sobre el que
ya no sabe qué hacer salvo mirar cómo nos reímos y reímos y reímos….
Llegamos
salvos y sanos, ellos salieron primero, es su lado, y el crio se va pingando, chorreando
agua por todos lados, de la mano del padre y musitando. “que a él no, el estaba
limpio, que él se ha duchado esa mañana”….
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