Tuesday, April 18, 2017

ANECDOTA EN EL PARQUE DE ATRACCIONES.


ANECDOTA EN EL PARQUE DE ATRACCIONES.
(Ahora que empieza el buen tiempo es uno de los mejores lugares de Madrid para pasar el día, con niños mejor que mejor. Son la sal de la vida, maravillosos crios)

Según entráis en el parque de atracciones de Madrid, a la derecha, está la mejor atracción de agua en plan familiar: los rápidos. Segura, relativamente tranquila, con agua para refrescarse un poco en los días de calor y, normalmente, no hay mucha cola.

Allí nos encaminamos en una tarde que, pensando que habría poca gente, nos fuimos al parqué, ¡cómo no! Y, ¡cómo no!, abarrotado. Empezamos por esa atracción, los críos con prisas como siempre y como siempre, no hay mucha cola, unos diez  minutos de espera y a montar. Nos toco con otra familia, extranjera por el acento, con dos niños, el menor no tendría más allá de los cuatro añitos.

Arrancamos y por efecto de peso (los padres, ya se sabe, la barriguita cervecera…) el agua hacia nosotros empapándonos el pantalón. Mara feliz riendo y mojándose, que es lo que quiere. La barcaza dando giros y giros y en cada giro el agua inundándola y mojándonos el trasero y, a veces, algo más.

El peque, enfrente mío, se dirige a su padre con una voz un tanto histérica y le empieza a decir que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que él se ha duchado esa mañana. El padre se ríe, yo sonrió ante la inocencia del crio que se clama hasta el siguiente arreon y una olita se rompe de su lado y casi, digo casi, le moja las piernas. Medio se levanta asustado y un poco histérico y, dado que el padre poco caso le ha hecho, va a la madre y le dice lo mismo “que que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que él se ha duchado esa mañana”.

La madre se ríe, yo sonrió,  y le hace sentar en su sitio, cosa que hace de mala gana un tanto asustado y mirando a todos lados.

La barca gira y gira y las olas nos van llenando de agua, un agua bastante sucia, por cierto, un poco caldosa y de color verde.

El crio ya no sabe que hacer, hasta ese momento impoluto y se dirige directamente al agua, empieza a gritarla al agua por la que viajamos: “que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que él se ha duchado esa mañana” al tiempo que con gestos de la mano con la que no se agarra, le señala que el no, el no, el que no.

Y claro, si no quieres, cuatro tazas, mientras sigue diciendo “que él está limpio,” justo ahí como una premonición o una venganza, una ola rompe brutal contra su lado se eleva por arte de magia, se mantiene unos segundo en el aire como buscando a la víctima propiciatoria y le cae a plomo desde arriba dejándolo hecho unos zorros.

Todos nos reímos y lo animamos pero el, ya muy bajito, “que a él no, que a él, el agua no, que él está limpio, que se ha duchado esa mañana”. Todo se va conjurando contra sus deseos y el surtidor impulsado por un viento maligno le vuelve a caer de su lado mientras musita como un mantra su deseo que a él no, al él no, que él ya se ducho por la mañana y una cortina de agua se vuelve a cernir sobre el que ya no sabe qué hacer salvo mirar cómo nos reímos  y reímos y reímos….

Llegamos salvos y sanos, ellos salieron primero, es su lado, y el crio se va pingando, chorreando agua por todos lados, de la mano del padre y musitando. “que a él no, el estaba limpio, que él se ha duchado esa mañana”….

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