Asombros.
Ese día
íbamos un tanto apurados así que cogimos
el metro, línea uno en la estación de Estrecho rumbo a Atocha.
No os
preocupéis, no voy a hacer critica de los servicios públicos ni cosa que se le
parezca. La política no es lo mío, ya lo
sabéis, y más aún en estos tiempos tan
extraños y cambiantes, parecen surrealistas y nosotros, los fieles votantes,
los asistentes al circo en la función mágica de los payasos. Eso sí, ya sabéis,
si queréis votar a Sánchez podéis votar al PSOE o a Ciudadanos. ¡Quién lo iba a
decir! Siempre hay sorpresas en esta vida y es que la capacidad de la
"izquierda mandona" para infiltrase y manipular grupos ajenos es
increíble, son, en esto, buenísimos. Lecciones bien aprendidas en los
sindicatos obreros, asociaciones vecinales, ong de buena voluntad, etc...¡je,
je, je...!
Bueno, a lo
mío. Íbamos de pie en la plataforma, no suelo sentarme. Mara a mi lado. En la
estación de Ríos Rosas una viejecita en el extremo del vagón empezó a parlotear
sobre limosna y ayuda, iba recorriendo el vagón de un lado a otro con su
bastón, renqueante, lenta y toda encorvadita la pobre, se le oía incluso el
arrastrar de los pies, dolía el verla.
Mara se
apiado de ella y me "exigió" que le diéramos algo, si, como os lo
digo, me lo exigió. Las monedas pasaron de mi bolsillo a sus mano y ella,
cuando paso a su lado, toda ternura y caridad se las dio. La viejecita, cien
años como mínimo, le dio las gracias con un gruñido que sonó como algo
perverso.
La viejecita
contenta, avanzando pasito a pasito. Mara contenta.
La pobre parecía
que se iba a caer en cualquier momento, el bastón cogido con fuerza, la mano
izquierda tendida...
El metro
llego a la estación de Bilbao ("En Bilbao Ha llovido y se mojao y por eso
va calao"). Se paro, se abrieron las puertas. Nuestra menesterosa
viejecita que estaba en medio de las dos puertas de salida contiguas, ya
recorrido todo el vagón, se irguió cuan larga era, un metro sesenta y mucho, se
puso el bastón bajo el brazo y salió corriendo hacia el siguiente vagón...
¡Corriendo!
Por su
estada de forma podría haber corrido una media maratón.
Mara primero
me miro con sorpresa, al poco se puso colorada de ver el engaño y no encontraba
palabras para manifestar su enfado. Incluso, creo, que le dieron ganas de salir
tras ella y recuperar el óbolo que le dimos por caridad.
Le cogí del
codo y le dije que no se preocupase que lo importante era la buena intención de
ella, que nosotras habíamos cumplido, el resto poco importaba.
Bueno,
llegamos bien amenizados por un grupo andino que tocaban la flauta de pan de
forma genial; antes un mudo repartió folletitos pidiendo ayuda;
antes...en fin, llegamos a nuestro destino y, lo malo, es que Mara, iba un poco
desengañada.
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