Wednesday, June 29, 2016

Asombros. Cosas de la ciudad.


Asombros.

Ese día íbamos un tanto apurados así que  cogimos el metro, línea uno en la estación de Estrecho rumbo a Atocha.

No os preocupéis, no voy a hacer critica de los servicios públicos ni cosa que se le parezca. La política  no es lo mío, ya lo sabéis, y  más aún en estos tiempos tan extraños y cambiantes, parecen surrealistas y nosotros, los fieles votantes, los asistentes al circo en la función mágica de los payasos. Eso sí, ya sabéis, si queréis votar a Sánchez podéis votar al PSOE o a Ciudadanos. ¡Quién lo iba a decir! Siempre hay sorpresas en esta vida y es que la capacidad de la "izquierda mandona" para infiltrase y manipular grupos ajenos es increíble, son, en esto, buenísimos. Lecciones bien aprendidas en los sindicatos obreros, asociaciones vecinales, ong de buena voluntad, etc...¡je, je, je...!

Bueno, a lo mío. Íbamos de pie en la plataforma, no suelo sentarme. Mara a mi lado. En la estación de Ríos Rosas una viejecita en el extremo del vagón empezó a parlotear sobre limosna y ayuda, iba recorriendo el vagón de un lado a otro con su bastón, renqueante, lenta y toda encorvadita la pobre, se le oía incluso el arrastrar de los pies, dolía el verla.

Mara se apiado de ella y me "exigió" que le diéramos algo, si, como os lo digo, me lo exigió. Las monedas pasaron de mi bolsillo a sus mano y ella, cuando paso a su lado, toda ternura y caridad se las dio. La viejecita, cien años como mínimo, le dio las gracias con un gruñido que sonó como algo perverso.

La viejecita contenta, avanzando pasito a pasito. Mara contenta.

La pobre parecía que se iba a caer en cualquier momento, el bastón cogido con fuerza, la mano izquierda tendida...

El metro llego a la estación de Bilbao ("En Bilbao Ha llovido y se mojao y por eso va calao"). Se paro, se abrieron las puertas. Nuestra menesterosa viejecita que estaba en medio de las dos puertas de salida contiguas, ya recorrido todo el vagón, se irguió cuan larga era, un metro sesenta y mucho, se puso el bastón bajo el brazo y salió corriendo hacia el siguiente vagón...

¡Corriendo!

Por su estada de forma podría haber corrido una media maratón.

Mara primero me miro con sorpresa, al poco se puso colorada de ver el engaño y no encontraba palabras para manifestar su enfado. Incluso, creo, que le dieron ganas de salir tras ella y recuperar el óbolo que le dimos por caridad.

Le cogí del codo y le dije que no se preocupase que lo importante era la buena intención de ella, que nosotras habíamos cumplido, el resto poco importaba.

Bueno, llegamos bien amenizados por un grupo andino que tocaban la flauta de pan de forma genial; antes un mudo repartió folletitos pidiendo ayuda; antes...en fin, llegamos a nuestro destino y, lo malo, es que Mara, iba un poco desengañada.

 

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