Un beso de buenas noches.
Llego a casa con un cabreo que se le notaba en la cara. La
típica mueca ceñuda, mirando al suelo, la boca encogida y un gruñido en vez de
saludo. Se metió directamente en su habitación cerrando la puerta.
La llame para la cena. Tardo más de la cuenta pero, ya con
el pijama puesto (más raro todavía que un perro en bikini) se sentó en su
sitio, delante de un plato que o no veía o no le apetecía ver que son cosas muy
diferentes según el momento o la causa.
Su padre no se enteraba ni de la misa la mitad, el a lo
suyo, con sus chiste de siempre, con sus bromas infantiles, con sus ruiditos al
comer y masticar, con su baile de los panes imitando al genio de Chaplin en su
“La quimera del oro” su película preferida y siempre entusiasta de la misma.
Con todo aquello Mara hizo intención por dos veces de
levantarse e irse pero cuando iniciaba el movimiento y me miraba y veía mi
mirada asesina, la que pongo solo en contadas ocasiones, se volvía a su plato
como si fuera lo más importante de su vida y el mayor secreto del mundo
estuviese entres aquellas judías verdes y su huevo cocido…
No quería postre. No le permití aquello y, al menos, se tomo
su “activia” de un trago y sin decir nada se marcho rumbo a su partícula mundo,
es decir a su habitación, sus cuatro paredes con los poster, su televisión y su
música.
Ya todo recogido, lavado y puesto a secar me acerque. Llame
con cuidado y entre. Estaba acostada con
los auriculares puestos y la música que tronaba de ellos. Se los quite, sonreí
y le pregunte a que venían esos morros, esa mal educación, ese pasar
olímpicamente de todo y de todos, que no eran ni formas ni maneras.
Me dijo que había discutido con Sindy, que era una
sinvergüenza, una déspota y que no sabía que o quien se creía.
“Me dijo que porque yo pasaba de ella, que llevaba
evitándola más de dos meses, que nunca quedaba o la llamaba…le conteste que de
acuerdo que le parecía mañana a la hora que ella pusiera. Me contesto con toda
su desfachatez que mañana no podía, que le tocaba cuidar de la abuela y después
ir a nos e donde. Le dijo que entonces que dijera ella el día y al hora y el
lugar. Y me contesta que ya me lo dirá que esta semana era difícil porque tenía
que hacer mil cosas…y entonces explote y le pregunte entonces porque era mi culpa,
que yo llevaba un montón de veces que la llamaba y me decía siempre lo mismo
que estaba ocupada …que más tarde, otro día, otra semana…le dije recuerda que
me ponía en el twenty solo por conectarme contigo y …¿Qué me decías?...que no
podía, que otro día, otra semanas, que ya veríamos y ahora va y me dice que la
estoy evitando…¡YO!...que la estoy evitando yo….¿tú crees que esto es normal,
mama?”
Le dije que ese mal estar no podía empañar su vida con los
demás, con su familia por ejemplo, su padre en concreto por decir alguien, que
debía ser de otra forma, tomarse las cosas de otro modo más sencillo y natural,
tratando siempre que se tipo de comportamiento de los demás, que te echen la
culpa de lo que pasa y de lo que no pasa, tan común por otro lado, no la afectasen
de ningún modo.
“¿Es importante para ti esa chica?-le dije y conteste yo
antes de que dijera nada- no lo creo si no habéis salido juntas en tres meses
así que pasa un poco de ella y vete a darle un beso de buenas noches a tu padre
que se quedo un poco mosca en la cena”
“Tienes razón, lo siento, pero lo del beso no podríamos
pasar le extrañara pues hace mucho que no lo hago”
“No te preocupes, le extrañara y lo harás feliz, más feliz
que en todo el día, vamos”…
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