Saturday, May 18, 2013

ESCAPARATE.


ESCAPARATE.

Se detuvo sorprendido ante el escaparate de El Corte Ingles de la calle Princesa. Al principio, no entendía porque se había parado, la calle era la misma de todos los días y meses que pasaba por ella camino de la universidad; el comercio el de siempre. A Carlos nada le distinguía del resto de la gente que circulaba indolente por la acera, salvo sus ojos de un color negro profundo llenos de tristeza. Se detuvo a mirar el escaparate. Se avergonzó de sí mismo, casi al segundo, al comprender que era de ropa interior de señoras; había tres maniquíes casi desnudas diferenciadas en el color de la ropa traslucida que vestían y unas pelucas ridículas en sus colores llamativos: rojo, amarillo y verde. La del medio, pelo rojo, llevaba además de la braguita y sujetador de encaje blanco una bata transparente, hasta media pierna, que se le abría por delante dejando contemplar todo el falso ombligo; destacaba además, pensó él, en aquellos ojos enormes y azules, llenos de una insinuación mórbida y sensual. Ojos de perra, se dijo para sus adentros.

Se avergonzó de sus pensamientos, si "¡eran unos putos maniquíes!".

Le pareció, en un juego de luces, que al maniquí le brillaban los ojos cada vez que él dirigía su mirada hacia su rostro. ¡Y qué rostro! Una cara blanca, pura, de alabastro, perfecta, sin impurezas, sin arrugas...un rostro que no envejecería nunca, unos ojos que no se apagarían nunca, unos labios que no secarían nunca. Sin embargo, al mirar de forma directa, todo volvía a la normalidad de un escaparate y unas estatuas casi desnudas.

Se sintió ridículo allí parado ante un escaparate DE MANIQUIES CON ROPA INTERIOR FEMENINA.

Se fue medio avergonzado, llamándose idiota y subnormal, y pensando en que dirían sus amigos o compañeros de clase si lo hubieran visto allí, embobado, mirando ropa interior de chica.

Conforme se iba  andando, su mente volvía a ver al maniquí de pelo rojo, su ropa blanca, su rostro casi perfecto, el guiño de sus ojos un poco pícaro, un poco avieso; tentado estuvo varias veces de retornar a verla .......pero entendía que era gilipollesco que se encaprichara con una maniquí, y, además, una maniquí de “El corte ingles”. ¡Era una muñeca por Dios!

En la cena, con sus padres y hermano, estuvo distraído, ausente, por lo que todas las bromas cayeron encima del. Su padre le pregunto si tenía algún problema, si se encontraba mal. Su madre empezó a agobiarle con el tema manido de novias y amiguitas. Su hermano empezó a meterle pullas hirientes con ánimo de cabrearlo. En otra ocasión reaccionaria, se pelearía, gritaría, se ENFADARIA PERO, ESA NOCHE, NO; esa noche paso de todo, menos del recuerdo de la maniquí del escaparate del Corte Ingles de Princesa.

Por la mañana, temprano, pasó a propósito por el mismo sitio para ver de nuevo el escaparate. Allí seguía aquella belleza fría y distante detrás de un cristal, inaccesible para él. Deseo tocar aquel cuerpo, besar aquellos labios..........al tiempo, se veía asimismo como un idiota o loco o monstruo. Se insulto y se fue a clase medio cabreado, medio enamorado.

Todo el día se lo paso triste y aburrido. Deseaba terminar para ir a ver a su amor. ¡Sí! su amor, estaba loco por el maniquí de ojos azules y pelo rojo, de bata traslucida y sin arrugas en los ojos. Su mente era un torbellino de sueños extraños donde se casaba con el maniquí y tenia hijitos maniquíes; donde robaba la figura y terminaba en la cárcel; donde vivía una odisea de amor con la muñeca escondida en el armario de su habitación; donde la figura cobraba vida gracias al amor y vivían felices y contentos para toda la vida; donde hacían el amor, sin darse cuenta, a la vista de todos los paseantes ¡estaban en un escaparate!; donde se iba a vivir al escaparate ante la atónita sorpresa de todo el mundo...

Terminada la última práctica de química, corrió, como el loco en que se había convertido, hasta el escaparate de sus sueños. Allí estaba, y, ella, lo recibió con un pequeño brillo de reconocimiento, como si la figura lo reconociese y le sorprendiese que volviera a verla. El sintió aquel brillo como algo mágico, algo que le decía que la figura vivía y vivía solo para él, quería que solo fuese para él, nada más que para él.

Entro en el edificio y se acerco al escaparate por la parte de adentro con cierto disimulo, al tiempo que iba tocando bolsos y mas bolsos. Imposible. Estaba cerrada, solo se podía ver desde fuera. La puerta era fácil de abrir, accesible, pero necesitaba de la soledad y la ausencia de mirones para reunirse con ella.

Cerca de las diez de la noche entro en el aseo y se encerró.

Espero más de dos horas, cuando se hizo el total silencio. Nadie quedaba salvo el servicio de vigilancia.

Salió con miedo, el corazón desbocado, miles de pensamientos se agolpaban en su cabeza, le dolía el estomago de hambre.

Avanzo esquivando a la posible vigilancia y se aproximo al escaparate, entro y se acerco a su amada que, sorprendida, le guiño un ojo y le envió un beso a distancia. Se acerco y acaricio aquel rostro angelical.................

Por la mañana la gente se paraba estupefacta ante un escaparate de El Corte Ingles de la calle Princesa donde, en un gran charco de sangre, estaban tres maniquíes, hermosas maniquíes con ropa interior femenina y las bocas manchadas de sangre ya seca y oscura y, tirado en el suelo, cual una piltrafa humana, un joven sonriendo abiertamente y medio devorado........ ¿Por ratas?...

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