Me toqué el
rostro acomplejado de quimera y dudas,
con mis
dedos recorrí todo el mapa de mi historia condensada
en unas
arrugas, en flacideces, en manchas violáceas...
El espejo me
devolvió el saludo
educado en
guerras y disputas,
un
desconocido me miraba insomne e insolente
con ese deje
que da un aire familiar y perverso.
¡Ese soy yo!
me dije en voz baja
¡Ese no
puedo ser yo! me dije mentalmente.
¡Es mi
enemigo! repetí de forma idiota.
¡Es mi
ruina! pensé compulsivamente.
Me arañe el
rostro con fruición
desesperado
de viejos recuerdos.
Me arranque
la piel rezumando grumos rojos
y unos
triste ojos cayeron al suelo...
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