En el vacio
de la casa deshabitada
se adivina,
con el corazón, una presencia,
un recuerdo,
entre telarañas,
aletargado
de un amor eterno
que no fue.
Es una huella, en la pared,
de un beso
robado a destiempo,
reflejada en
el espejo del salón.
Rastros de
un corazón desgarrado
rompiendo
los cristales emplomados
de las
ventanas y hay restos de lagrimas
como huellas...rojas...sobre
el colchón,
camino zigzagueante
de hormigas rojas.
Son huellas
de amores olvidados.
La cruz del
camposanto destila ausencia...
La silueta del
suicida despechado
vaga entre aromas
de rosas marchitas.
Desvaídas y borradas las fotografías
detrás de
sus cristales polvorientos
muestran al
ángel de las alas rotas
encadenado
al muro de silencio...
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