Me vestí de lluvia para ir a jugar al bosque
Pero la ciudad no me dejo abandonarla.
Encadenado, me hizo regar sus calles,
Calles que daban a otras calles más amplias
Y estas a otras calles y a otras más estrechas.
A veces, se abrían, en hermosas plazas abiertas.
Y me hizo regar los tejados de sus casas,
Unos de pizarra negra llena de mierda de gaviotas,
Otras planas, como de discoteca,
Para bailarinas y dulces palomas.
Otras de rojo sucio, con desconchados
Y llenos de cientos de antenas.
Otras de misterios y osamentas.
Y me hizo regar sus árboles
Huidos, tristes, fuera de sitio,
Pobres de cariño y cielo, añorantes.
Y así, entre calle y calle,
Tejado de pizarra y tejados,
Plaza tras plaza, me fui vaciando,
Y quedé como Adán, en el paraíso,
Solo, desnudo, vacío,
Ante la risa anhelante de la hienas.
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