Hay una
estrella rilando en medio del camposanto,
un coro de
manos unidas la rodean, siempre girando,
como un
viejo reloj asesinando el pasado.
Viejas
sonrisas afloran descubriendo desengaños,
en unos rostros
alargados, pálidos, infantiles y crispados.
Una música
triste llena de silencios inunda el espacio,
algarabía de
gritos y huesos, cacofonía de llantos,
un pequeño
ángel con un dedo en los labios dice: ¡callaros!
mientras
agarra con la otra una esquina de sus harapos.
Las llamas
forman sombras oscuras y densas
como con
vida. Entre futuro y pasado solo hay un tictac de cuerda
entre risas
de tormento y llanto solo hay tiempo muerto y arena
huidiza,
relativa, como las intenciones buenas
y fugaces.
Son canciones infantiles con ritmos siderales, lejanos giros y letras,
y risas y
llantos y gritos y lagrimas encubiertas,
Llanto de
nacer de viejos ángeles con alas rotas
encadenados al
muro eterno de la noche negra,
Abandonados
de Dios, abatidos por Dios, pero aun esperan.
Sombras
perdidas en caducas constelaciones
caen al pozo
negro, lastimados planetas.
Las cruces
parecen bailar con añejas y amenazantes penas.
El angelote
lleva lento su dedo a la boca reseca
marcando
silencios, parece divertido, de juerga
viendo como esqueletos,
demonios y serafines pesan
almas
descarnadas y dictan condenas.
Caronte
realizado su viaje huye a las sombras...
una estrella
se apaga tenue con la aurora...
desaparecen
cantos y gritos....brotan
tañen
callosas manos agrietadas, viejas campanas...y una flor roja
se abre con
presteza en la nieve....
¡Mi
alma lacerada y rota!.