Thursday, November 03, 2016

La caja.


La caja, cuadrada y de brillantes colores solo tenía una simple nota amarilla pegada en la parte superior con un post-it: “No abrir antes de navidad”.

NI un indicativo de para quien o de quien lo enviaba. Solo esa indicación. Pero es que estábamos en pleno Junio y los exámenes finales a la vuelta de la esquina y lo que era mejor, el botellón de fin de curso que prometía y mucho, una de las chicas de enfermería estaba en perspectivas de caer rendida, todo un bombón.

Había aparecido encima de su cama por lo que se la apropio de forma inmediata ante una cierta mueca de desprecio de su compañero de habitación. También se podría detectar en sus ojos un cierto brillo de envidia si prestabas atención. Pero ya sabes lo que no puedes tener no vale para nada y que no le aproveche a otro.

La agito un poco, con cuidado, con mimo, casi a la altura de la cabeza, cerca del oído derecho; parecía un crio de de once o doce años ante la gran sorpresa de su vida. Nada se movía u oscilaba en su interior, al menos anda que hiciera ruido. La caja era de cartón duro, lacado y decorada con figuritas de un Santa Claus barrigón y con una sonrisa terrible por el brillo de sus dientes. Sin lazos, sin cierres, sin tapa….cuando lo comprendió arrugo los ojos y una gruesa y profunda línea vertical se puso entre ellos, le daba un aire de concentración máxima y, al tiempo, como si no fuera más que un pobre idiota, como le decía el catedrático de Física, el Morales, por su incompetencia ante la teoría de la relatividad y sus complejas paradojas espacio temporales.

Las ventanas del cuarto estaban abiertas. Se podían ver las ramas de algunos árboles que cercaban el edificio y le daban un cierto aire de privacidad. Risas y gritos llegaban de forma natural y cercana, los jaleos de algún partido de baloncesto en el campo de deportes, algún pájaro buscando amores o comida o huyendo de los gatos del campus, el rugido de alguna moto de gran cilindrada de algunos  de los pijos de las residencias colindantes y el ruido menor de los coches.

Le daba vueltas a la caja una y otra vez incapaz de concentrarse en lo importante, los estudios pendientes. El libro abierto todavía en el primer tema, el cuaderno de notas también abierto con el bolígrafo tirado encima, las intenciones eran buenas pero la caja…. El ventilador daba vueltas insomnes y aletargadas.

Se acordó del chiste viejo y tonto, solo una tomadura de pelo infantil y pobre pero que siempre daba resultado con las chicas:

“-¿Trajiste la caja?

-¿Qué caja?...

-¡La que sube y baja!...”

La midió con su regla graduada, la del insoportable dibujo técnico con sus perspectivas y secciones. Cotas principales: 250 por 250 por 250. Paso un dedo por las aristas del cubo. Trato de raspar la superficie con una uña un tanto larga y sucia, tan descuidada como era el mismo; intento lo mismo con un bolígrafo. Busco con ahínco un punto de cierre o de apertura que sería lo mismo. Como en los juegos de Wally empezó a buscar diferencias en las figuras, alguna imperfección, alguna pista en ellas o fuera de las mismas, algo que estaba disimulado entre ellas pero….nada….se corto un dedo con uno de los vértices, un esquina especialmente agresiva, que le saco un simple goterón de sangre roja que cayó encima de la pernera de su pantalón y le hizo decir más de una palabrota.

Lo saco de su mundo particular su compañero o compi para la cena. Como si despertara de un mal sueño, miro en su entorno reconociendo sitio y lugar y a su colega; dejo con pesar la caja dichosa encima de su cama, se puso su chaleco vaquero y salieron. La puerta sonó como una despedida…no entendía como había pasado la tarde tan rápida….

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Laura entro en la habitación con su salero y energía de siempre. Tiro el bolso en la silla, lanzo por los aires su manoletinas blancas y ya un tanto descoloridas, colgó su chaquetilla en el perchero y se quedo parada ante la visión de una caja cuadrada, espectacular, con mucho colorido de rojos y amarillos y verdes,  encima de su cama. Se acerco despacio, como si pensase que todo lo que veía era una fantasía de su mente calenturienta (mas bien pensó en una broma pesada de alguien o una gamberrada de los chicos del apartamento de al lado, a los que daba calabazas un día sí y otro también), y vio el pequeño letrero, el que ponía “No abrir antes de navidad”. Solo eso, nada que dijera si era de verdad para ella o de quien sería el regalo…avanzó despacio y la cogió…inmediatamente sintió una grave preocupación pensando en quien podría haber entrado y dejado la misma allí, en su intimidad, en su mundo…y como podían haber realizado todo eso….tuvo miedo….

 

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