La caja,
cuadrada y de brillantes colores solo tenía una simple nota amarilla pegada en la
parte superior con un post-it: “No abrir antes de navidad”.
NI un
indicativo de para quien o de quien lo enviaba. Solo esa indicación. Pero es
que estábamos en pleno Junio y los exámenes finales a la vuelta de la esquina y
lo que era mejor, el botellón de fin de curso que prometía y mucho, una de las
chicas de enfermería estaba en perspectivas de caer rendida, todo un bombón.
Había
aparecido encima de su cama por lo que se la apropio de forma inmediata ante
una cierta mueca de desprecio de su compañero de habitación. También se podría
detectar en sus ojos un cierto brillo de envidia si prestabas atención. Pero ya
sabes lo que no puedes tener no vale para nada y que no le aproveche a otro.
La agito un
poco, con cuidado, con mimo, casi a la altura de la cabeza, cerca del oído
derecho; parecía un crio de de once o doce años ante la gran sorpresa de su
vida. Nada se movía u oscilaba en su interior, al menos anda que hiciera ruido.
La caja era de cartón duro, lacado y decorada con figuritas de un Santa Claus
barrigón y con una sonrisa terrible por el brillo de sus dientes. Sin lazos,
sin cierres, sin tapa….cuando lo comprendió arrugo los ojos y una gruesa y
profunda línea vertical se puso entre ellos, le daba un aire de concentración
máxima y, al tiempo, como si no fuera más que un pobre idiota, como le decía el
catedrático de Física, el Morales, por su incompetencia ante la teoría de la
relatividad y sus complejas paradojas espacio temporales.
Las ventanas
del cuarto estaban abiertas. Se podían ver las ramas de algunos árboles que
cercaban el edificio y le daban un cierto aire de privacidad. Risas y gritos
llegaban de forma natural y cercana, los jaleos de algún partido de baloncesto
en el campo de deportes, algún pájaro buscando amores o comida o huyendo de los
gatos del campus, el rugido de alguna moto de gran cilindrada de algunos de los pijos de las residencias colindantes y
el ruido menor de los coches.
Le daba vueltas
a la caja una y otra vez incapaz de concentrarse en lo importante, los estudios
pendientes. El libro abierto todavía en el primer tema, el cuaderno de notas también
abierto con el bolígrafo tirado encima, las intenciones eran buenas pero la
caja…. El ventilador daba vueltas insomnes y aletargadas.
Se acordó
del chiste viejo y tonto, solo una tomadura de pelo infantil y pobre pero que
siempre daba resultado con las chicas:
“-¿Trajiste
la caja?
-¿Qué
caja?...
-¡La que
sube y baja!...”
La midió con
su regla graduada, la del insoportable dibujo técnico con sus perspectivas y
secciones. Cotas principales: 250 por 250 por 250. Paso un dedo por las aristas
del cubo. Trato de raspar la superficie con una uña un tanto larga y sucia, tan
descuidada como era el mismo; intento lo mismo con un bolígrafo. Busco con
ahínco un punto de cierre o de apertura que sería lo mismo. Como en los juegos
de Wally empezó a buscar diferencias en las figuras, alguna imperfección,
alguna pista en ellas o fuera de las mismas, algo que estaba disimulado entre
ellas pero….nada….se corto un dedo con uno de los vértices, un esquina
especialmente agresiva, que le saco un simple goterón de sangre roja que cayó
encima de la pernera de su pantalón y le hizo decir más de una palabrota.
Lo saco de
su mundo particular su compañero o compi para la cena. Como si despertara de un
mal sueño, miro en su entorno reconociendo sitio y lugar y a su colega; dejo con
pesar la caja dichosa encima de su cama, se puso su chaleco vaquero y salieron.
La puerta sonó como una despedida…no entendía como había pasado la tarde tan
rápida….
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Laura entro
en la habitación con su salero y energía de siempre. Tiro el bolso en la silla,
lanzo por los aires su manoletinas blancas y ya un tanto descoloridas, colgó su
chaquetilla en el perchero y se quedo parada ante la visión de una caja
cuadrada, espectacular, con mucho colorido de rojos y amarillos y verdes, encima de su cama. Se acerco despacio, como si
pensase que todo lo que veía era una fantasía de su mente calenturienta (mas
bien pensó en una broma pesada de alguien o una gamberrada de los chicos del
apartamento de al lado, a los que daba calabazas un día sí y otro también), y
vio el pequeño letrero, el que ponía “No abrir antes de navidad”. Solo eso,
nada que dijera si era de verdad para ella o de quien sería el regalo…avanzó
despacio y la cogió…inmediatamente sintió una grave preocupación pensando en
quien podría haber entrado y dejado la misma allí, en su intimidad, en su mundo…y
como podían haber realizado todo eso….tuvo miedo….
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