Obras malditas.
Me rio yo de la maldiciones faraónicas y demás.
Aquí, dentro de nuestras fronteras tenemos la nuestras, obra que por una serie
de especiales circunstancias se han cebado y creado esa fama de obras malditas.
Me lo recordaba un artículo de mi madre
recordando uno de sus libros de niña, un tomo especial en la biblioteca
del abuelo: Santa Isabel de Celes de Alfonso Vidal Planas. Lo que la hacía
especial era la prohibición de tocarlo y siempre cerrado con llave.
Lo que se sabe:
13 de enero de 1.923. Estreno en Almería, en el
teatro Cervantes, de la versión teatral de la novela "Santa Isabel de Ceres".
Una obra, cuyo argumento venía marcado por la polémica y el escándalo girando
en torno a la vida de las piadosamente conocidas como las "vendedoras del
amor". Por su parte los empresarios del teatro advirtiendo al público que
uno de los pasajes incluyen una espectacular escena de disparos y muerte de
alguno de sus protagonistas.
La primera actriz de la compañía era una joven de 27
años, Conchita Robles una bella e inteligente muchacha con una amplia
proyección en su carrera artística. La protagonista, hija de padre tramoyista, que
le inculcó la vocación y el amor por el teatro. Se había casado en Granada con
un militar, un hombre de carácter violento,
y muy celoso llamado Carlos Verdugo, oficial del Escuadrón de Húsares,
del que se había separado judicialmente.
Un testigo del drama Sixto Espinosa, dejo escrito: "Cuando
la representación estaba casi en su ecuador, el capitán Verdugo logró entrar
por la parte trasera del escenario, situándose al pie de una escalera por la que
debía de bajar de su camerino, la joven actriz. Al enfrentarse con ella, sacó
una pistola, apuntándole al pecho. La joven aterrorizada, por instinto de conservación
creyendo que podría aplacar las iras del furibundo militar, se colocó detrás de
un niño de doce años Manolito García, empleado en la imprenta donde se
confeccionaban los programas de teatro.
El criminal disparó sin titubeos sobre el menor que
falleció unas horas después abrazado a un crucifijo que el pequeño había pedido
con insistencia y patéticas voces. El oficial, que estaba dispuesto a consumar
sus intenciones, cuando el menor se desplomaba faltándole la vida, se abalanzó
sobre Conchita Robles hundiéndole materialmente el cañón del arma en el hombro
derecho, haciendo un nuevo disparo sesgado que le destrozó el corazón.
Conchita Robles, como consecuencia del violento
impacto cayó sobre uno de los laterales del escenario, a la vista del público
que entre atónito y sorprendido arrancó en aplausos al entender que se trataba
del anunciado efecto de los disparos de los que se hablaban en la obra.
Sin embargo, el entusiasmo cesó súbitamente, cuando
el telón caía vertiginosamente dejando antes a la vista del público, la patética
imagen ensangrentada de Manolito García herido de muerte. Sixto Espinosa y un
prestigioso médico almeriense, el doctor Campana, que asistían a la
representación, saltaron como resortes de sus butacas. En dos saltos alcanzaron
el escenario, recogiendo del suelo el estremecido cuerpo de la actriz que
colocaron en un sofá del attrezzo.
Expiró en presencia del gobernador civil de la
provincia, César Medina Bocos, que acudió también en auxilio de las víctimas. A
pocos metros en el lateral derecho del escenario, con los ojos desencajados y
los puños cerrados se encontraba el capitán Verdugo. Al ir a acercase Sixto Espinosa,
sacó del bolsillo de la chaqueta, la pistola disparándose un tiro en la sien.
El autor del doble crimen, no llegó a morir y solo quedó tuerto.
Restablecido de las heridas, una vez juzgado fue
condenado por los asesinatos a cadena perpetua.”
Pero la historia de este crimen pasional no fue la
única que acompaña a esta obra pues se fue
cobrando nuevas víctimas mortales. El autor de la obra, Alfonso Vidal y Planas ,
el 2 de marzo de 1923, mató en uno de los rellanos del Teatro Eslava de Madrid,
al diputado y escritor almeriense Luis Antón de Olmet, su socio.
Más tarde, otra persona que intervino en la puesta
en escena de la obra en Almería, Tadeo Villalba que había decorado los techos y
paredes del recién construido Teatro Cervantes, mató en una reyerta a un duque,
que al parecer pretendía quitarle a su novia, una cupletista llamada Rosita
Rodrigo.
La tragedia en tres actos, se cerró cuando ese mismo
año, Alfonso Tudela, un actor de elenco artístico de "Santa Isabel de
Ceres" moría trágicamente a manos de su suegra, que lo degolló cortándole
la tráquea con una navaja de afeitar.
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