Dudas.
Se levanto con los ojos muy rojos y
un fuerte dolor de cabeza. Parecía un zombi recién despertado, manoteando al
aire, anquilosada…
Su madre se
preocupo al verla así y, cuando el saludo se convirtió en una especie de
gruñido selvático y se negó de forma radical a desayunar, rápidamente pidió
cita para el médico de familia ya pensando en una conjuntivitis o algo mucho peor.
Tuvo que llamar más de cuatro veces hasta que se lo cogieron y la citaron para
dos días más tarde. Se preocupo pues ya se sabe que las cosas con tiempo van a
peor así que, con dolor del corazón pues a esperar y un colirio…
Al día
siguiente fue lo mismo si bien por medio hubo una fuerte discusión, la chica
estaba como muy irritada, un tanto neurótica, exaltadas por veces, derrumbada
por otras. Nunca la había visto así, perdón, si, pero lo había dejado pensando
en épocas de exámenes, en problemas en las incipientes relaciones
sentimentales, los chicos y cosas así, en esos dos ultimo meses. Los malos
modos eran continuos como si la educación escasa que tenía se hubiera evaporado
de repente.
Los ojos los tiene rojísimos, como
achinados y brillaban de forma especial…al tiempo solo quería dormir, dormitar
como una marmota en invierno…
El día de la
consulta los tenía ¡sorpresa! más que bien. Claros, brillantes, llenos de
inteligencia. Las dudas atenazaron el corazón de la madre, sospechando algo más
pues no entendía el cambio tan radical, como de la noche al día. La niña estaba
amable, risueña, casi feliz, casi como la niña que había sido siempre. El médico
de siempre, ya un veterano en mil lides, la miro y remiro y le dijo que no
apreciaba nada que de todos modos le daba un colirio contra la alergia por si
las moscas, mes de mayo, y si se le ponían de nuevo así que la mandaría al
especialista, al oftalmólogo.
Desde ese
día y todas las semanas que siguieron la niña, 16 años, de forma intermitente siguió
así, muy irritable y con mucho sueño después de comer, apática, irascible, los
ojos rojos e iba como engordando de forma inadecuada, como si estuviera
inflándose. La higiene iba brillando por su ausencia…los desayunos inútiles,
apenas comía y sin embargo después a deshoras se atiborraba de chocolates y
chucherías.
Volvió a llevarla
al médico (para lo cual tuvo que engañarla pues se negaba de forma radical y
casi agresiva cuando salía el tema) el cual puso cara de enfado o de
consternación al verla entrar en la consulta, la miro y remiro, decidió finalmente
enviarla al de la especialidad. Hubo un momento tenso cuando le pregunto directamente,
mientras escribía el talón para el oftalmólogo, sin curvas o escusas, si no
estaba fumando algo o metiéndose alguna cosa no muy conveniente. La chica se
puso farruca al decir que no y añadió muchas más cosas, algún que otro insulto
incluido y algunos papeles que volaron de la mesa al suelo. Las barreras se
rompieron y los gritos con ellas. El médico suspiro hondo, rompió el papel para
la nueva cita y sin ambages le dijo a su madre que la niña, mitad chica, mitad mujer,
estaba como mínimo fumando porros, no había otra cosa: ojos rojos y achinados
mas irritabilidad= porros. Que nada de dinero, nada de salir así como así,
mucho control y mucho ánimo, que no la dejase sola y tratase de averiguar como
conseguía la droga aunque, añadió con una cierta dejadez, ya se sabe que en
estos tiempos está al alcance de cualquiera y en cualquier lugar.
Después se
dirigió a la chica/niña/mujer y le empezó a comentar los perjuicios de las
drogas, le dio un folleto de la comunidad, unas direcciones a donde se podría
dirigir si quería…la apatía, pasado el momento de furia era evidente, tan
evidente como que estaba colocada.
La madre se
puso a llorar muy quedo, triste…la que se le avecinaba sobre todo sabiendo que
todo dependería de la niña, no de ella, aunque no desfallecería pues haría todo
lo que fuese necesario y más.