¿Me permites contarte una anécdota?
Parque de atracciones, cola para subir en una que te suben
primero a cien metros de altura y te
dejan caer tal cual.
Me pongo a la cola con el crio que, gracioso él, quiere
subir acompañado y, además, como no da
la edad pues... ¡yo, el valiente y osado y atrevido! ¿A que padre no le ha
pasado alguna vez en su vida?
La cola avanza, veo como suben, como caen, las caras
desencajadas, la respiración casi cortada, alguna matrona es ayudada a bajar
por los jóvenes que se encargan de todo. Me voy poniendo malo, se me hincha el
estomago, me entra esa fase de sudor frio (el típico acojone, el de siempre). Veo
como comprueban los enganches de los que suben y me entra en la cabeza de que
algo puede fallar, de que algo va a fallar. Me dan ganas de escapar pero, el crio,
bendito Herodes, como presintiendo la traición, me coge de la mano todo alegre
y me mira sonriendo y feliz.
No lo convenzo de ir a otra o ir a tomar un helado. Incluso
le ofrezco diez euros para evitar tener que subir.
La cola avanza poco a poco, al ritmo de mis neuras y mi
estomago que se pone como una pelota de futbol y me hace daño.
Llego, me sientan, me
ponen un arnés que me comprime el pecho. No sé como escaparme sin hacer el
ridículo. La sujeción me mantiene aprisionado y no me deja ya escapar, estoy
perdido, estoy a punto de gritar. Me aguanto como puedo al tiempo que un enorme
eructo sale de mi boca y las ganas de vomitar de terror son casi inaguantables.
Prefiero mirar cómo me suben, pero no cierro los ojos que
dicen que es peor. El acojone es brutal. La altura es mucho peor aun de lo que
esperaba. Los cochinos operarios del parque me suben despacio, muy despacio, yo
gritando para mi "que caiga ya, que caiga ya". La tierra se escapa a
mis pies. Le recuerdo a Javi, medio sonriendo medio llorando el chiste de aquel
que sube por primera vez al avión y le dice a
la azafata que era verdad que desde allí las personas se veían como
hormigas; la azafata le contesta sonriendo: Son hormigas, señor, aun no hemos
despegado….
Estamos arriba, y no nos sueltan, no, los condenados nos
dejan allí unos segundos en los que casi me da algo....Javi saluda alegre y
orgulloso a su madre y hermana que le devuelve el saludo. No aguanto más, estoy
a punto de gritar de puro pánico, una nueva ola de ruidos de estomago vienen a
mis labios con una toque acido asqueroso…Un ruido metálico llega a mis oídos de
pronto…digo Dios mío, que caiga ya de una puta vez...que termine esto de una
maldita vez…nos sueltan con un “CLANK” seco y duro, dos segundos y abajo,
No fue para tanto al final, pero...una sonrisa de mentira se aflojo en mis labios viendo la
alegría del niño. Me negué a repetir, claro está.
Un fuerte abrazo.
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