El ángel de
piedra, medio arrodillado,
medio caído,
lleva a sus labios la trompeta...
¡Temed,
hijos de la sangre!
Los caballos
volverán a recorrer y devastar al tierra.
soplara
avernal fetidez,
os visitaran
pesadillas inmundas,
se partirán las
cruces del camino...
las huestes
han acudido a la llamada del ángel
de las alas desplumadas
y rotas,
del
encadenado eterno en el muro del olvido...
La siega
final ha comenzado.
Las sombras
reptan devorando a sus dueños.
Las madres
ahogan , llenas de dolor, a sus hijos, en la cuna.
Es la hora
de la desesperación, del castigo.
Imágenes
santas se convierten en serrín y harina.
La higuera
sin frutos es abatida y el arco triunfal es derribado
y hay un
festín de ojos glaucos para los grandes cuervos.
¡Pobre de la
mujer seca!
¡Qué llore
sangre el guerrero de espada oxidada!
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