Mara y el bizcocho.
(Sobrevivimos a esta aventura y, tal como paso, os la
cuento. Vivos y coleando, contentos de seguir bien y sanos, lo cual es un
milagro… ¿o no?)
Llegue tarde a casa. Una visita de ultima hora, compromiso
personal del director, me hizo perder algo así como una hora.
En casa, por una vez, todo estaba anormalmente tranquilo.
Pep aun no había llegado y Mara y su hermano estaban terminando los deberes.
Al llegar se levantaron y me dieron los dos besos de rigor
como de costumbre, con una sonrisa picara en la cara.
Me quite el impermeable, había llovido a cantaros en pleno
mes de mayo y, encima, la temperatura había bajado hasta los diez grados. Me senté
un segundo y me aparecen los dos con un bizcocho que estaba diciendo cómeme y
una jarra de zumo de naranja con fresas, la merienda ideal para mi.
-¿Y esto?
-Pues lo hicimos entre los dos, pruébalo esta muy bueno. Me
dice Mara.
Cogí una buena ración de bizcocho y le hinque el diente.
Estaba un poco cuajado, no había subido la masa
porque seguro que no le habían puesto levadura, pero no importaba, esta buenísimo.
Me bebí, a continuación, un gran vaso de zumo y volví a concentrarme en el
bizcocho. Tenía mucha hambre, devore el gran trozo en tres o cuatro bocados
pensando que ya haría una cena ligerita mas tarde.
-Pues cogimos la receta del libro viejo de la abuela- me
explico Mara- así que con la harina, cuatro huevos…todo bien batido y al horno
a 250º grados veinte minutos.
-Pues os ha salido muy bueno. Tendréis que repetirlo más a
menudo. Muy bueno. ¿Había de todo?
-Pues sí.
-¿Y la harina?, juraría que la tenia en la lista de la
compra semanal pues o quedaba muy poca o no había
-¡Si había mucha!
-¿Dónde?- exclame preocupada.
-Debajo del estante de las cosas, en un paquete de papel
gris. Yo la encontré- me dijo el menor, asustándome.
-¿Me la enseñáis? Por favor.
Y me la enseñaron. Una paquete de papel medio lleno…. ¡de
yeso!, el que necesitaba Pep para un apaño en la pared del dormitorio y que, en
un descuido imperdonable, yo había dejado en la cocina en vez de guardarlo con
las herramientas.
-Mara, esto es yeso. ¿De verdad lo habéis hecho con esto?
-Pues si mama, incluso hemos comido nosotros lo que falta.
Me asuste, ¿qué podía hacer aquello en nuestros estómagos? ¿Habría
que hacer un lavado de estomago? ¿Ir a urgencias?
Pase la noche asustada, vigilando a los niños que dormían
como benditos y yo que no sentía ninguna molestia, nada de nada.
A la mañana, sin comentar nada mas, los mande al colegio y
yo me fui al trabajo. Antes tire el trocito que habían dejado para su padre.
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