Necesidades, sueños, deseos.
Pelearon por la caja mágica que concedía tus deseos.
Atravesaron selvas llenas de peligros. Cruzaron ríos bajo
puentes de lianas peligrosos. Corrieron escapando de avalanchas de rocas y
polvo, el temible simún del desierto. Huyeron de las horribles hormigas rojas,
por poco. Se salvaron de las pirañas famélicas….llegaron a su final.
Una cueva excavada en la roca. En su centro un ara de
pizarra negra. Sobre ella, en el centro, alumbrada por siete cirios blancos
encendidos con una luz trémula que formaba sombras amenazantes.
De esas sombras se alzo un hombre con una túnica roja. Alto,
mas de dos metros; terrible, con la mirada de la sabiduría en sus ojos tristes.
Les saludo con un inclinación de la cabeza y, sin preguntarles porque estaban
allí, les pidió que dijeran para que querían la caja.
La doctora le dijo que era para devolverla a sus dueños, los
viejos y pobres allende de la montañas.
El ayudante que necesitaba conseguir un puesto de profesor
en la universidad tranquilo y sin sobresaltos.
El traidor, sacando de su bolsillo un revolver, dijo que la
necesitaba para conseguir el dinero que no tenia, que había dilapidado en
juegos y extrañas juergas, para conseguir poder y riqueza.
El santón le dijo que no hacía falta eso, señalando la
pistola. Cogió la caja y se la entrego diciendo que era el que la merecía.
El traidor la cogió con miedo y esperanza y pidió su sueño.
Nada paso. El silencio era una losa en la cueva. Considero todo una estafa, la
arrojo al suelo y se fue.
El santón la recogió y se la entrego a la doctora. Le dijo
que la devolviese a su dueños, allí haría bien, más que aquí. Y le dijo
concedía aquello que era bueno para el poseedor y, en el otro caso, lo bueno
era no dar nada; lo mejor para el hombre atormentado era no poseer nada.
Y así la caja mágica regreso a su lugar. Allí esta. No la
busquéis pues podéis encontraros con que lo mejor para vosotros no es vuestro íntimo
sueño, sino que es….